Suspenso al gobierno municipal
Hacía mucho tiempo que no escribía un artículo sobre los asuntos locales y creo que ya es hora. Tanto sobresalto, con sus consecuencias, por la crisis económica y política me alejaron de las reflexiones domésticas, pero los últimos acontecimientos son lo suficientemente importantes para dedicarles más atención y, de paso, hacer un repaso a nuestros dirigentes municipales. Como no soy en absoluto sospechoso de militancia conservadora ni posiciones derechistas, sólo espero que mis palabras sean motivo de autocrítica más que de ofensa, pues nunca en mi ánimo pretendo potenciar el daño premeditado ni la duda intencionada.
Este equipo de gobierno, formado por tres socios, ha tocado fondo. Es verdad que la crisis maniata proyectos y minimiza maniobras, pues ni la Administración Central ni la Autonómica, tampoco la Diputación provincial, tiene el monedero saneado, pero eso no justifica una mala gestión. Este Tripartito nació cojo desde su concepción, pues el tiempo está dando la razón a Celia Lledó cuando se deshizo de sus tránsfugas y quedó a merced de una exigua minoría, pero libre de chantajes políticos. He de confesar que yo mismo defendí en este medio la incapacidad de gobernar de la exalcaldesa, pero ahora sé el terreno minado que pisó y las trampas tendidas.
Hoy, con otro gobierno y otros personajes, los primitivos tránsfugas del PP están dinamitando la estabilidad emocional y política del Ayuntamiento. Los caprichos y posiciones de fuerza, en especial de Juan Richart, llevan tiempo creando malestar y desconfianza entre sus colegas, no dándose la sensación de equipo, de trabajo conjunto, y la necesaria coordinación queda en entredicho. Yo pensaba que la precaria situación personal y política de Richart, con un juicio pendiente por ocultar en un cajón un expediente que le perjudicaba, iba a ser discreta y abnegada. Me equivoqué, pues sus constantes protagonismos y reiteraciones a la hora de adjudicar contratos de forma irregular, rozando lo ilícito, airean su afán de actor principal, cuando su papel debiera ser de ayuda, no de confrontación.
Su especial interés de eliminar del mapa, como cargos de confianza, a Virtu Amorós y Mari Paz Poveda, ha provocado un tsunami no sólo en el gobierno, sino en su propio partido, VCD. Da la impresión que este muchacho no es que se lleve mal con Verdes y Socialistas, es que no se lleva bien con nadie, ni siquiera con los de su partido. Ahora Juan Carlos Pedrosa expedienta y expulsa transitoriamente a seis de sus militantes, a la espera de la confirmación de su Ejecutiva, dilema no resuelto, pues los damnificados afirman tener el control de su formación. En cualquier caso no comparto las explicaciones ni de Pedrosa ni de Carlos Beltrán cuando quitan hierro al asunto argumentando que son trapos sucios de cocina que deben resolverse en la trastienda, pues considero que los votantes de VCD tienen derecho a saber qué ha pasado o qué va a pasar para no sentirse ni engañados ni defraudados.
Mientras se tambalea el gobierno y la oposición se frota las manos por repetirse la misma historia que destrozó al PP, ¿cómo evaluar la gestión del tripartito? Lamentablemente nefasta. Tampoco tienen nuestros dirigentes tanta faena para que rocen aptitudes de incapacidad manifiesta. El tema del AVE y del soterramiento no depende del ayuntamiento y mejor no hurgar heridas, pero todavía no sabemos si esa dotación en la plaza Colache perdió la subvención, por qué tanto interés en ponerla allí ni qué servicios ofrecerá. Tampoco se entiende que se condone cinco millones a FCC por su proyecto en los Alhorines cuando esta compañía va a proponer un concurso de acreedores; ni es de recibo que haya otra empresa para instalar la acústica en la Plaza sin estar oficialmente adjudicada.
Nerviosismo, tensiones, improvisaciones, dudas y chantajes. Demoledor panorama, empañado por diferencias internas en el PSOE y un alcalde que traga sapos.