Tachín, tachín
¡Tachín, tachín!... Soluciones Pajín. Dos artículos últimos en EPdV sobre el soterramiento y
Y un lector me recuerda que escribo tonterías. Que mareo en exceso la perdiz en mis columnas. Que son ganas de gastar inútilmente la tinta porque lo del soterramiento ya está solucionado, que lo ha dicho varias veces Leire Pajín. Que no me entero. Que la Secretaria ha dicho varias veces lo del soterramiento y también lo del trasvase. Que lo del tren y lo del agua está solucionado con el gobierno providencial de Rodríguez Zapatero.
Y yo, de ser así, me alegro mucho. Pero uno, semana tras semana, tiene que decir lo que le preocupa. Y en lo que respecta al soterramiento aún no he visto moverse un pico ni una pala. Sí papeles. Muchos papeles. Papeles por aquí, papeles por allá. Dicen que por ahí se empieza, pero
Pero entonces llevamos muchos años empezando. Y en lo que respecta al agua, ni gota. Que la del Ebro no es ni será nuestra. Y la del Júcar, si llega, casi no será agua.
Pero es que, además de escribir sobre lo que a uno le preocupa, está también el divertimento implícito que toda creación conlleva. Porque uno procura entretenerse y entretener. Luego, será mayor o menor el acierto. Pero esto se nos escapa. En ocasiones, uno cree que ha escrito, si no bazofia, sí mal. Y que no ha dicho bien lo que quería decir. Sin embargo, te felicitan y gustas, porque has tocado el corazón a alguien. Por lo que sea. Y te paran por la calle y te dicen elogios. Entonces, el orgullo te tienta al ver a algún paisano emocionado con tus cosas. Pero luego está el que te para o el que te saluda en una barra mientras agotas la última cerveza del día y te echa una rociá que te cagas. Y te dice que menuda mierda lo que escribes. Algún algodón te entrega para curarte las heridas diciendo que alguna cosa tuya, un día, le gustó. Que tenías que escribir siempre así, como aquella vez. En estas ocasiones, el orgullo, herido y convaleciente, se agota. No está mal para seguir peleando. Si bien, uno, tampoco hace mucho caso de estas cosas porque uno escribe lo que escribe, con cuidados sí, pero sin obsesionarse en el gustar. Porque lo mejor es escribir desde la libertad. Si después de escrito se acierta en el público, estupendo; si no, otra vez será o habrá que plantearse recoger las hormas. También, las opiniones a veces nos despistan porque hay quien elogia o critica en función del contenido. Si coincide con su manera de pensar, le gusta; si no coincide, no le gusta. Y claro, aquí es imposible atinar siempre. Por un lado está la estética, por otro la opinión. Pero el personal mezcla.
Pero hecho el largo paréntesis, volvamos a lo que nos trajo: Que a pesar de lo que diga Leire Pajín, por mucha Secretaria de Estado que sea, uno tiene que decir lo que le inquieta. Y me inquieta lo del soterramiento, porque no lo veo. Y lo del agua, porque tengo sed. Además, por más que quisiera, no puedo decir lo mismo que Pajín. Porque no vale copiarse. Ella está en Madrid y por el puesto que ocupa ve más mundo y debe saber más que un humilde columnista de una ciudad de provincias. Pero yo veo lo que veo. Ella que diga lo que diga. Si lo anunciado se verifica estaremos agradecidos a quienes pelearon. Si no se verifica, habrá que correr a gorrazos, electoralmente hablando, a bocazas, a bocaranes.