El Diván de Juan José Torres

Te quedas sin comunión por tonta

¡Vaya por Dios, la que ha montado un párroco con la bendita comunión! Damián Luis Abad, cura de Monforte del Cid y haciendo poco honor de la bondad de su segundo apellido, se ha negado a dársela a una vecina del pueblo. La damnificada es una niña de siete años que tiene una discapacidad psíquica del 65% y, teniendo la pobre tan escasa madurez intelectual, se ha quedado sin recibir el Cuerpo de Cristo junto a otras niñas de su edad. El problema no es que el sacerdote no tenga buen corazón, pues de haberlo tenido la pequeña comulga y santas pascuas, sin disgustos de nadie y sin ecos de prensa. Quien lía la madeja es la Diócesis de Orihuela-Alicante.
Esta religiosa institución, en vez de instarle al siervo Damián que sea generoso y sensible, comunica que “la menor es incapaz de comprender, con un mínimo de entendimiento y razonamiento, el sentido que tiene el sacramento de la eucaristía y por tanto, en virtud de los preceptos de la Iglesia Universal, no puede comulgar”. Sin embargo, se bautiza a un recién nacido ignorando el bebé por qué demonios le echan agua, y mucho menos en qué se diferencia el agua potable de la bendecida; pero niño bautizado, niño censado para los intereses de la Santa Madre. También se da la extremaunción a enfermos terminales en coma irreversible, carentes los moribundos de entendimiento y razonamiento.

Es más, resultan tan complejos los misterios divinos, conlleva tanta abstracción entenderlo, requiere tanto esfuerzo mental asumir que la Trilogía en torno al concepto de Dios son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tres entes diferentes y autónomos pero a la vez son el mismo cuerpo, cuesta tanto entender que una forma consagrada es el Cuerpo de Cristo y el vino su sangre, es tan difícil digerir abstracciones como la figura de Dios o términos como el cielo, el purgatorio o el infierno (el limbo ya lo quitaron afortunadamente), que si para mentes adultas y sólidas ya supone una dificultad imagínense para niños de siete, ocho o nueve años.

¿Acaso un niño está preparado para entender cosas tan difíciles? A no ser que las catequesis no sirvan para instruir intelectualmente, sino para introducir dogmas de fe, que es su verdadero sentido. Servidor necesitó diez años para liberarse de un sentimiento de culpabilidad, porque mastiqué la hostia en mi primera comunión y me atormentaron con que era pecado. El intelecto de los pequeños está por hacer y son mentes vulnerables y manipulables, pero nadie es más inocente que ellos, alejados de malos pensamientos, de instintos malvados y de perversiones con nocturnidad y alevosía. Nos contaminamos de mayores, no siendo niños.

Y si, como afirma la Diócesis, la niña no necesita comulgar porque ya es un ángel, ¿por qué se la niegan? El Obispado es incapaz de comprender, con un mínimo de entendimiento y razonamiento, el sentido que tiene para los padres de niños, con discapacidad física o psíquica, la lucha diaria contra las barreras arquitectónicas, la indiferencia, la discriminación, el señalar a los afectados con el dedo y sentirse agraviados permanentemente. Los padres y madres de estos niños, y sus asociaciones, llevan décadas peleando por que sus hijos se sientan iguales, tengan los mismos derechos, se les trate con la misma dignidad y respeto y se integren socialmente en el mismo mundo que nos toca disfrutarlo y sufrirlo.

Si la norma religiosa es que para comulgar se necesita un mínimo de entendimiento, debería entender la Iglesia que hay personas que mueren longevas y no acaban de entenderlo. Y si el acto festivo de comulgar acaba siendo lo que es evidente, una conmemoración costumbrista y tradicional, qué poca sensibilidad y tacto para marginar a una niña que bastante tiene con lo que tiene.

Si yo fuera el padre no pisaría nunca jamás esa parroquia, porque si para unos es la casa de todos, para otros hay personas que sobran. ¡Qué forma de espantar al personal!

Nota de Redacción: Esta columna ha sido escrita y editada antes de conocerse que el Obispado daba marcha atrás y permitía comulgar a la niña.

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