Tercera regional
Cuando uno no quiere, dos no discuten. Y tampoco hablan. Monologan en todo caso. A no ser que el asunto requiera que nos hagamos notar. Caso de los Plenos municipales, verbigracia. Pongamos el caso del último al que asistimos, desde casa al menos en la cada vez menos interesante Televisión Intercomarcal, que parece cumplir aquella norma que dicta que la competencia incrementa la creatividad y el interés. Pongamos el caso del cubrimiento (cubrición he llegado a escuchar, acto que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua responde a la acción y efecto de cubrir el macho a la hembra) de la pista de hockey sobre patines.
Pongamos el debate entre el señor Agredas y el señor Valiente en un campo de fútbol y no encontraremos más que juego a medio campo, con eventuales pelotazos y palante y despejes sobredimensionados en situaciones sin peligro en el área. Un partido aburrido y sin emoción, sin sorpresas, sin relevancia, y lo que es todavía más curioso si cabe: sin la certeza por parte del espectador de conocer el resultado final.
Y aunque espero me disculpen ambos ediles por utilizarlos como ejemplo, nada ilustra más la sensación de una política de penúltima fila que el debate que sostuvieron sobre el asunto del hockey, deporte sobre el que me resisto a valorar en cuanto a su incidencia local. Pero vale el ejemplo por las salidas de tono en esa seudo conversación regida por el protocolo que se mantiene en los plenos y está sustentada por el sucesivo uso de la reiteración y la disculpa por la misma. Vale el ejemplo por las líneas derivadas del tema en sí que se presentan como fractales y conducen a la demostración de que ciertos documentos originales están en su cajón y a disposición de quien realmente desee consultarlos, al contrario de otros documentos originales que cuando otros los fueron a consultar habían desaparecido (y perdónenme el lío pero esto es así). La respuesta, como es de esperar, no es mucho más cercana al tema del techado de la pista y menos todavía a una respuesta que solvente la cuestión planteada por el interlocutor. La respuesta puede ser: pues otros antes de irse tenían las trituradoras de papel echando humo. Y la afición parece que en lugar de rendida por la confusión creada, toma nota y anota tantos que van, como la discusión, a ningún sitio, a saco roto en el mejor de los casos y a rellenar las conversaciones en las barras del bar en el peor.
En cuanto a lo que de verdad importa: el resultado, no nos engañemos, no provoca demasiado interés: en una mayoría absoluta está todo contra ti si eres de quienes apuestan a favor de las minorías. Queda poco entonces por resolver y por lo que interesarse. Tal vez el grupo Verde haya dado en el clavo cuando dice en sus ruedas de prensa que lo que buscan es informar a la ciudadanía, poco más que hacer queda salvo atosigar, incordiar y malversar (como hizo la oposición hasta que dejó de serla), amenazar o negociar (siempre en secreto, queda por obvio). Y si en casi todos los casos expuestos falta emoción que provoque interés, quizás sea lo que se persiga, a esto se suma la falta de control que los equipos en minoría pueden ejercer por falta de información. Un aburrimiento, vamos, que limita las sorpresas al momento de su ejecución como aquel que dice. Y una política de tercera que cierra el debate y despista a quien tiene algún interés por lo que acontece en la ciudad donde reside.