El Diván de Juan José Torres

¿Tiene el gobierno la Soberanía nacional?

El título no es ninguna broma ni tiene segundas intenciones, pues suscita tantas dudas la respuesta que habrá siempre críticos inapelables y adeptos incondicionales. Sin embargo vivimos tiempos donde el desasosiego y la incertidumbre invitan a un frío análisis abstrayéndonos de cualquier simpatía partidista. Todas las encuestas coinciden en que si hoy se celebrasen elecciones generales el Partido Popular no obtendría mayoría absoluta y los más pesimistas de sus propias filas e incluso los más optimistas del bando contrario no pondrían la mano en el fuego ni por una simple victoria.
En primer lugar, dejando de lado la razón objetiva de que el poder desgasta a quienes lo ostentan, el PP desembarcó en la Moncloa con una crisis que estaba estallando y cuyas metrallas tenían ondas expansivas de largo alcance e incontroladas consecuencias. La coartada perfecta era echarle la culpa al ejecutivo saliente de la herencia tan ruinosa que dejaban en las arcas públicas, mas esa excusa servía para un corto período de tiempo. Es cierto que el gobierno de ZP se vio desbordado, aunque no tienen perdón ni su ceguera política ni su falta de reflejos; como también es obvio que en gobiernos autonómicos, decían que modélicos, y regidos por los populares, el caos y el desastre han sonrojado hasta a los más benévolos.

Si Rajoy hubiese expuesto en su programa electoral que iba a subir indecentemente los impuestos y el IVA, que iba a promulgar una Reforma Laboral salvaje, a congelar las pensiones, a amnistiar la evasión de capitales a las grandes fortunas, a implantar los copagos farmacéuticos y en las tasas judiciales, a privatizar la sanidad y el sistema educativo, a realizar tantas concesiones a los nacionalistas, a inyectar dinero a los bancos incontrolados y mal gestionados, que sólo le interesa saldar sus cuentas con la deuda externa pero le importa un pimiento los compromisos pendientes con los ciudadanos y los pagos adeudados a distintos sectores, no habría ganado las elecciones.

Pero las ganó con una mayoría insultante porque omitió la letra pequeña y ocultó sus intenciones. Ese gesto en cualquier parte se denomina fraude o engaño, y debería dar el presidente explicaciones por su cambio de programa y de cómo va el país, a la deriva sin timón ni capitán. Porque lo que echo de menos es la franqueza y transparencia, diciéndonos por ejemplo que el timón lo tiene el BCE, las consignas de navegación se cuecen en Bruselas y la capitana vive en Berlín. Eso sería lo coherente y lo más sensato y me caería algo mejor el señor Mariano. Como botón de muestra las ayudas europeas a los bancos y cajas españoles intervenidos: CaixaBank, NouvaGalicia, Banco de Valencia o Bankia.

Son ellos, los europeos, no nuestro gobierno, quienes prestan el dinero para su saneamiento y quienes ponen las condiciones, entre otras que no concedan préstamos a los promotores urbanísticos, uno de los sectores causantes de la crisis. No ha existido ningún gobierno en este país que haya puesto jamás ninguna condición, ni a los bancos por meterse en camisa de once varas, ni por especular con negocios inmobiliarios, ni por vender productos tóxicos, ni por enriquecer a sus directivos, ni por causar tanto estrago, ni por descapitalizar los fondos, ni por falsear las cuentas. Porque no se interpuso antes ninguna condición tienen que ser ellos, los extranjeros de fuera, quienes pongan orden, requisitos y normas de urbanidad en la sala. ¿De qué nos sirve tanta mayoría absoluta si quien de verdad manda está allende los Pirineos? ¿Nos sobran políticos? ¿Nos sobran imputados? A mi me encantan las marionetas en los escenarios para públicos infantiles, no para que títeres con profesión de políticos hagan de intermediarios para asustarnos en el presente e hipotecarnos nuestro futuro.

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