Vida de perros

Todavía jóvenes

Y me contaba aquel sobrino adoptado desde casi el día de nacer –recuerdo todavía a su madre, amiga, con él en su vientre, ambos sobre las tablas del teatro–. Me contaba cómo habían pasado la tarde de domingo en uno de los dos multicines de Petrer. Y me contaba también cómo el curso de actividades que ha ido realizando con el Centro Juvenil Don Bosco a lo largo de varios años le ha llevado a la realización de tareas como monitor, previa formación, o mejor dicho: formación continua mediante. No me contaba, aunque yo ya algo conocía, de su vida adolescente, su vida juvenil ya: fueran chicas o relaciones, con aquello que los adultos tomamos tan a la ligera en el uso propio, como a la exageración cuando se utiliza por parte de jóvenes.
Y en el contar recordaba yo, imaginen queridas personas: nostalgia, envidia, caras perdidas, rabias, amores, devoción y tal vez un nuevo deseo de arrancar con proyectos en el ámbito juvenil a los que ya dediqué mi parte correspondiente para pagar facturas que nadie me demandaba. Y para entretenerme, y para crecer, y para divertirme, y para aprender. Porque en efecto yo realicé muchos de los cursos monográficos para la formación de monitores y animadores (-as para ambos) de tiempo libre y juveniles, gracias a su organización desde el Centro. Las actividades se desarrollaban en sana competencia con otros espacios de trabajo con niños/as y jóvenes entre los que se encontraban Cruz Roja y El Rabalillo, con quienes de algún modo también participé en actividades; quizá queda alguna organización más, que se me pasa por alto en el momento de la escritura. El caso es que, se desarrollaran los acontecimientos de un modo u otro, vistos desde la imposible objetividad o desde el recuerdo todavía más subjetivo e impersonal debido al paso del tiempo, llegado tal momento, abandoné las labores realizadas en dichas asociaciones. Quedó, no obstante, un especial cariño hacia el trabajo que se desarrolla en esos escenarios, y las consecuencias siempre positivas que aportan a las personas que los circundan como a su posterior recuerdo y formación cívica.

Más tarde, en la especialización sobre el asunto sociocultural, donde se habla de dinamización y de educación, me encontré con espacios similares donde compañeros y compañeras habían dedicado su tiempo y nutrido su espíritu; serían organizaciones que a priori uno tomaba con cierta reticencia pero que luego comprendería por su finalidad y objetivos últimos: Scouts u OJE por ejemplo. De aquella congregación de asociaciones dedicadas al tiempo de ocio y formación de jóvenes hubo que obtener una importante conclusión. Para ello no había más que buscar los puntos comunes, y para ello lo necesario se concretó al retirar las ideologías y religiones de cada organización. Salvando el resto: las dinámicas, objetivos, valores, actividades y organización eran útiles y acertados en el camino emprendido por cada una de ellas.

Como conclusión de esta reflexión siempre quedó una idea: la de crear, apoyar o revindicar un proyecto que reuniera las condiciones ya experimentadas por las asociaciones antecesoras, pero que tuviera como carácter principal su desvinculación de ideas políticas o religiosas. Un proyecto que dejara crecer a los adolescentes encaminándolos a la edad adulta. Un proyecto que cubriera el tiempo de ocio, que posibilitara el desarrollo de aptitudes deportivas o intelectuales, que fomentara las relaciones y ayudara a desenvolverse en sociedad. Un proyecto educativo en el que a cada paso se disfrutara de nuevas responsabilidades. Un proyecto que nadie hasta el momento ha sido siquiera capaz de plantear en nuestra ciudad. Como antagonistas: salas de minicine o boleras, proyectos a corto plazo, actividades eventuales y poco, poco, poco discernimiento sobre las soluciones a los problemas de la juventud pese a tanta charla.

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