El Ordenanza

Todos los españoles…

El Ordenanza. Capítulo 21

Escena 1

Estamos en la recepción del ayuntamiento. Es media mañana y Avelino ultima la clasificación del correo y se dispone a repartirlo cuando aparece una pareja de la Guardia Civil.

GUARDIA CIVIL 1.- (Se lleva la mano derecha a la visera). Buenos días, por favor, ¿nos puede indicar dónde encontrar a Andrés López?

AVELINO.- Buenos días, agente. La segunda puerta de la derecha, según sube esta escalera, en el segundo piso.

GUARDIA CIVIL 1.- Gracias. Buenos días.

Avelino sigue con la mirada a la pareja de uniforme hasta que se desaparecen en el primer descansillo de la escalera.

AVELINO.- ¡Ya se han metido por donde no es! Santiago, por favor, ¿puedes subir y llevar a los agentes al despacho de López?

SANTI.- En seguida, Avelino.

Santiago es un muchacho de unos 26 años, simpático y diligente, que está haciendo un postgrado de ADE y está contratado como becario del ordenanza. Sale a toda prisa, subiendo las escaleras de dos en dos. Al poco, las baja saltando los tres últimos escalones. No pasan ni cinco minutos, cuando Avelino ve pasar al señor López, acompañado por los guardiaciviles.

SANTI.- ¿A qué cree que han venido, Avelino?

AVELINO.- (Bromeando) Le habrán pillado cuentas en Andorra, ¡vete tú a saber! SANTI.- (Ojiplático) ¿Usted cree?

AVELINO.- (Entregándole el montón de sobres recién ordenado). Anda, reparte esto, que hace un rato he visto que se te da muy bien lo de subir escaleras.

SANTI.- ¡Voy! (toma la correspondencia y sale pitando).

AVELINO.- (Sonriendo) Todos los españoles somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario.

Escena 2

La máquina de aperitivos y refrescos del edificio está instalada en la primera planta, entre las puertas del aseo femenino y el masculino. Aparece Roque Acevedo revolviendo en el bolsillo derecho de unos vaqueros que le comienzan a venir demasiado estrechos. Saca una moneda y la introduce en una ranura. Mira los productos que oferta el aparato, se lleva la mano a la barriga y dice, como para sí: “El lunes empiezo”. Y pulsa las coordenadas para que caiga una barrita de chocolate de las grandes y triangulares. Light.

Cuando la máquina ha suministrado el tentempié, se hace el silencio y se oye, dentro del servicio de caballeros, la voz de Santi, presumiblemente hablando por teléfono. Roque, avispado, se pone a escuchar sin destapar la chocolatina.

SANTI.- (Voz en off) Sí, tío, este sábado nos vamos a Alicante, que va a estar a full. (Silencio). ¡Venga, pues nos vemos a las siete! ¡Aleeeeee! (Sale a escena por la puerta de la derecha). Buenas, don Roque. Creo que tengo una carta para usted.

ACEVEDO.- (Mostrándose afable) Este fin de semana, a tutiplén, eh?

SANTI.- (Nervioso) Vamos a salir de fiesta por Alicante, a ver qué tal. ACEVEDO.- ¡Ay, juventud, divino tesoro!

SANTI.- (Entregando un sobre) Tenga, aquí está.

ACEVEDO.- ¡Gracias, hombre! Oye, me ha parecido ver una pareja de la Benemérita. ¿Sabes a qué han venido?

SANTI.- Ni idea. Preguntaban por López y se ha ido con ellos. ACEVEDO.- ¡Oh! ¿Lo llevaban arrestado?

SANTI.- ¡Vaya usted a saber! ¡Igual le han pillao cuentas en Andorra! (Sonríe) Bueno, si me disculpa, tengo que seguir repartiendo el correo, que ya me he escaqueado un poco de más.

ACEVEDO.- Gracias, Santi. ¡Pásalo guay el saturday! (extendiendo un puño a modo de saludo enrollado).

SANTI.- (Con cara de sorpresa) Gracias, don Roque. (Sale con ligereza propia de su edad).

Acevedo sonríe satisfecho, destapa su suculento chocolate y, dándole un buen mordisco, hace mutis por el foro.

Escena 3

El alcalde, sentado en su despacho, lee un pdf en su ordenador. Su mano derecha dirige el ratón y la izquierda sostiene su cabeza. Entra Juanjo Alcañiz, presuroso y sin llamar.

ALCAÑIZ.- ¡Tío, vas a flipar!

ALCALDE.- (Da un respingo). ¡Joder, Juanjo, qué susto me has dado!

ALCAÑIZ.- El susto te lo vas a llevar cuando leas esto. (Le pone la pantalla de su móvil a escasos veinte centímetros)

El alcalde necesita unos segundos para adaptar su visión al dispositivo, que toma en sus manos y contempla atónito.

ALCALDE.- ¡Estos tíos están muy flipaos! (descuelga el teléfono fijo y marca tres números. Espera). Avelino, ¿puede subir un momento? Vale, le espero. (Cuelga y mira al teniente de alcalde).

¿De dónde se ha sacado esto? ¿Dónde está Andrés?

ALCAÑIZ.- Le he llamado y tiene el móvil apagado.

El alcalde vuelve la atención al ordenador de su mesa y teclea una búsqueda.

ALCALDE.- ¡Han llenado las redes sociales y todos los medios de la ciudad! Juanjo, localiza a Andrés, tío. ¡Esto no tiene ni pies ni cabeza! (Alcañiz sale presuroso y el alcalde descuelga el auricular y vuelve a marcar. Nueva espera). Nuria, ¿qué pasa con vosotros? ¿Cómo que qué? ¿No has visto vuestro comunicado en todos lados? ¿A esto es a lo que quieres jugar? ¿Cómo? ¿Que no sabes nada? ¿Qué me estás contando?... No estamos hablando de alguien que vemos en la tele y no conocemos de nada, es Andrés... esto es lo más rastrero que se puede hacer en política, Nuria: sujeta a tus perros. (Cuelga y se queda pensativo).

Llaman a la puerta y, cuando el alcalde concede permiso, entra Avelino.

AVELINO.- ¿Me ha mandado llamar?

ALCALDE.- Sí, Avelino. Supongo que se habrá enterado de la jugada que le han hecho a López, ¿sabe usted dónde está?

AVELINO.- Santiago me ha puesto al corriente de todo y... López acaba de llegar y está hablando con Gandía.

ALCALDE.- Ahora bajaré a hablar con él. Avelino, estoy dispuesto a denunciar a Acevedo por difamación. Esto es una astracanada.

AVELINO.- Y, ¿qué va a conseguir con eso? Mire, señor alcalde, esta mañana vino la Guardia Civil porque anoche entraron a robar en la casa de campo de López y él tenía el teléfono apagado. Se marchó con ellos rápido. Esto es demostrable. Puede meterse en guerras de juzgados pero, aunque gane todos los pleitos, será más el desgaste que la reparación. Simplemente demuestre, con las pruebas que tiene, que Acevedo se ha pasado de listo y será él el que tenga que deshacer el enredo que ha formado.

ALCALDE.- No creo que tenga cojones a hacerlo, sinceramente.

AVELINO.- Yo tampoco pero, en cualquier caso, el que ha quedado en entredicho, es él.

Y así, estimado lector, dejamos que López grabe un vídeo explicando y demostrando lo acontecido, haciendo saber a la población lo liante que puede llegar a ser Acevedo y constatando que los rumores pueden hacer daño, porque todos los españoles somos buena gente hasta que se demuestre lo contrario.

Por cierto, este capítulo está dedicado a la memoria de don Pedro Muñoz Seca (20/2/1879 – 28/11/1936).

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