De recuerdos y lunas

Topacio

El nombre, topacio, es nombre de piedra preciosa. Y los que saben de gemología dicen que, apreciado como joya, tiene un lustre vítreo y que puede ser incoloro, blanco, amarillo, verde, azul, violeta, pardo o rojo. Y que las mejores piezas provienen de Sri Lanka, de la India, de los Urales y de Estados Unidos. Pero topacio, el que traemos hoy aquí, es también, esperemos que deje de ser, nombre de un club de alterne en Molina del Segura (Murcia) donde tras muchas denuncias se ha denunciado lo miserable.
El Ayuntamiento le tenía concedida la licencia como hotel, usual tapadera para tapar las vergüenzas. A pesar de los informes, abundantes, de la policía; y a pesar de que todo el mundo sabía lo que sabía, ahí estaba esta joya abierta, como hotel, para desocupo de clientes. Ahí estaba hasta que la vejación se ha desbordado indignándonos al descubrir, entre múltiples maltratos y no pocas esclavitudes, que a una pupila de muy pocos años le cercenaron los dedos de los pies por no someterse a las exigencias del local. Luego, los cerdos y algún bendito del buenismo dirán que en estos sitios, en definitiva, las mujeres hacen con su cuerpo lo que quieren. Sí, lo que quieren. Como de seguro hizo con su cuerpo lo que quiso hacer, entorno a 1860, aquella joven empleada en la casa de baile del Sr. O'Neil, en Amsterdam, cuando O'Neil con violencias le arrancó la ropa y la arrastró hasta un callejón donde la violaron unos maleantes. O aquella fulana que en Villena fue gravemente agredida, en julio de 1906, por unos matones que entraron a la casa por la chimenea a la hora de la siesta. O a la que, también en Villena, Juan González Algarra, el del Matadero, le pegó un tiro en 1907. O a la que Juan Navarro Navarro, alias Mayoral, también en Villena y también en 1907, le dio un navajazo en la cara. O a la que apuñaló, otra vez en Villena pero en 1908, José María García Díaz, alias Testón. O aquella joven que unos soldados australianos lanzaron por la ventana, en un burdel de El Cairo poco después de la Primera Guerra Mundial, matándola. Ya dijimos con más detalle estas cosas en "Álbum de cromos. Prostitución en Villena, 1906-1931" y en un artículo que escribimos para EL SALT de la Gil-Albert.

Hace unos años, el periódico EL MUNDO, en un reportaje creo recordar sobre la ruta de los castillos en la provincia de Alicante, recomendaba pernoctar en La Ponderosa cuando La Ponderosa ya no era propiamente ni fonda ni pensión. Yo escribí una carta al Director que no me contestaron, ni de la que tengo noticia que se publicara, ni de que se atendiera matiz. En aquella carta, con cierta ironía, escrita sobre todo por evitar que una familia con niños o sin niños, o que una excursión de pensionistas, o escolar, aterrizara en el tugurio a pasar la noche, en aquella carta –decía– apuntaba a la dirección del periódico el hecho de que no dudaba de que en La Ponderosa se pudiera pernoctar, lo que menos claro tenía, suponiendo las actividades que allí y por aquellas fechas se atendían, es que se pudiera dormir. Pernoctar, sí. Dormir, no.

Estallado lo que ha estallado en Molina, me pregunto cuántos “topacios” tenemos que descubrir para sin hipocresías ni tapaderas atender una realidad que no queremos ver y que sólo vemos cuando nos salpica la sangre. Y nos consolamos pensado que, en definitiva, esas mujeres hacen con su cuerpo lo que quieren. Que para eso es suyo. Faltaba más.

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