Tras las gafas del poder
Aunque lo demos por hecho, nos equivocamos. No es ampliamente conocido el hombre que hay detrás de las gafas de cristales ahumados. Al menos popularmente, a pie de calle. El hombre que alivió la indignación que había causado al insultar a su contrincante en la oposición diciendo que en su Castellón el término hijo de puta es un modo corriente de referirse a una persona. Fabra, el hombre, el presidente de la diputación castellonense, los ojos que miran tras los cristales oscuros, el político que dribla acusaciones y pleitos, el encausado que congela procesos judiciales
Fabra sin demasiadas palabras aguanta tormentas y huracanes; sus gafas de sol parecen no sólo protegerle de la luz que emanan el sol o los focos y lámparas, sino de cuanto se proyecta contra él. Esas antiparras son también antitodo, son el mejor dispositivo blindado existente. Pero puede que no sea esa la única propiedad que posee dicho artilugio. Puede que de igual modo hayan sido sus gafas las que, irradiando nadie sabe qué providencial aura, atraigan la fortuna y el éxito hacia quien las usa. Teoría que aún corriendo el riesgo de resultar fantasiosa, explicaría la notoria trayectoria del individuo en cuestión; explicaría el crecimiento de su patrimonio durante el último decenio; explicaría su fino olfato comprando boletos de lotería que resultarían premiados (¿o boletos de lotería premiados?). Sea como sea, sean sus gafas, la combinación de estrellas el día de su nacimiento, o la concatenación circunstancias de las que ha sabido sacar provecho, el caso es que el señor Fabra (podría decir el hijo de puta de Fabra sin que a él le ofendiera) goza de un provechoso estatus respecto al resto de mediocres seres. Se erige entre su suculento sillón y sus mágicas lentes frente a un país donde sin perder poder coquetea con el anonimato. Jueces vendrán
¿Será posible que otros políticos cercanos hayan sido bendecidos con instrumentos similares? ¿Puede que Díaz Alperi posea algún adminículo con semejantes poderes? Cualquiera diría que sí a primera vista. Aún sin poder identificar el mágico amuleto del ex-alcalde alicantino, tras ver el listado de pleitos pendientes, podríamos asegurar que él también debe estar protegido por algún poder extra mundano. El tranquilo (y emotivo, no olvidemos, emotivo) desarrollo de acontecimientos así lo indica. Su ¿huída, rendición? ha resultado de lo más indolora y pacífica. Como si tal cosa. Como si el abandono de un cargo de tal responsabilidad no fuera más que superfluo convencionalismo que no debe ser sometido a examen. ¿Qué talismán esconde Alperi capaz de tales proezas? ¿Su reliquia será también capaz de congelar los juzgados con mágicos rayos de hielo?
Muchos más encontramos al ahondar en las alcaldías de la Costa Blanca. Es otra labor averiguar el momento y lugar donde los fetiches fueron entregados a estos mandatarios. Por cierto, ¿a quién entregaría Zaplana su amuleto a cambio de un sillón, una cartera y un pisazo de seiscientos metros? No lo sé. Así le ha ido.