Tú más que nadie (lo sabes)
Vivimos días extraños
Días en que la política, como la publicidad, devora todo lo que encuentra alrededor en busca de su propio provecho: personas, objetos, momentos o movimientos históricos, espacios, estéticas... Días en que la política, como la publicidad y cito ambas con la esperanza de que queden unos centímetros de separación entre ellas, se comportan como esos seres del futuro que el cine nos suele mostrar como indestructibles: capaces de metamorfosearse, de sacar partido en cualquier medio y circunstancia.
La dedicación a la publicidad, como también demasiadas veces a la política, puede transformarnos en una especie de animal de presa perfecto: ese que no duda, al que no le atormenta la ética ni la moral, ese que carece de sentido empático, ese que cegado por su propia naturaleza, su objetivo último, es capaz de morir antes que dejar escapar su presa, ese que en nuestros días extraños es capaz de dar la cara ante cualquier circunstancia sin rubor, sin cambiar un centímetro su camino, sin reconocer errores, responsabilidades o mentiras.
El pasado lunes leí la Carta Abierta que nuestra alcaldesa entregó a los medios de comunicación (ver página 8). Y si Zapatero en aquella ocasión utilizó el texto de una canción de Sanz, la señora Celia Lledó optó por la fórmula que se utiliza en las reuniones de personas con adicciones. En su caso, como concluía la misiva, adicta a la política. Claro que si para ella tal adicción imagino que viene a indicar que sufre un impulso irreprimible por solucionar los problemas de su ciudad, puede que para otras personas, tal y como anda la clase política, venga a significar otra cosa. Peor todavía si tenemos en cuenta el modo en que se va desarrollando su etapa de gobierno. Y peor si cabe si consideramos que el detonante de su comunicado se refiere a la remisión al juzgado por parte de la Fiscalía de la demanda de que la mitad escindida de su equipo presentó contra ella al considerarla presuntamente culpable de tráfico de influencias, dar información privilegiada y bla, bla, bla.
Acusaciones que la señora Lledó considera, además de falsas, una sucia jugada que, agravada por la lentitud de la justicia, la manchará durante la próxima campaña electoral esa que no tardaremos en comenzar a sufrir. Y creo que no se equivoca nuestra señora alcaldesa al respecto. Pero tras superar la lectura de esa carta llena de humanidad que nos ha entregado, pienso que ella más que nadie debería conocer los sucios ardides a los que tristemente se somete a los grupos políticos. Y creo que por tanto no debe tomárselos tan a la tremenda si es que así lo hace y no juega a representar el papel de víctima. En el fondo pienso que su clamor por el respeto a su familia lo sufre con el mismo dolor con el que, por ejemplo y entre otras, derribó las gradas de la Plaza de los Toros años después de querellarse contra el PSOE por intentar derribarlas.