Un hombre para la eternidad
De poco sirve al hombre perder su alma y ganar el mundo. Con esta afirmación Tomás Moro reprocha a Richard Rich su falsedad, su perjurio y traición en el juicio que llevaría a Moro al cadalso. Tomás Moro en inglés Thomas More estaba siendo juzgado por alta traición al negarse a aprobar el divorcio del rey de Inglaterra, Enrique VIII, con Catalina de Aragón. Y la conciencia de Moro, su alma, estuvo por encima de cualquier apetito terreno. Y lo condenaron a muerte. Corría el año 1535. Lo decapitaron.
En 1966 se estrenó la película "Un hombre para la eternidad" "A man for all seasons" dirigida por Fred Zinnemann. Ganó seis Óscar: Mejor película, mejor director, mejor actor, mejor guión adaptado, mejor fotografía y mejor diseño de vestuario. Película o peliculón, cuenta la historia del humanista Moro y su renuncia y distanciamiento del poder hasta su muerte. Por priorizar su conciencia. Todo lo contrario del personaje Richard Rich prototipo de villano dispuesto a la traición, a la mentira, a la conspiración, a lo que sea necesario con tal de conseguir sus aspiraciones. No menores de las que tuvo también el ambicioso Thomas Cromwell que tuteló a Richard.
Al principio de la película, en la conversación que Moro sostiene con el cardenal y canciller Thomas Wolsey, interpretado por Orson Welles, ya se revela su pureza. Wolsey busca el apoyo de Moro para aprobar el divorcio del rey. Regañándole su tozudez le dice: Si pudieras ver los hechos fríamente... sin tanta objeción moral, con un poco de sentido común, seríais un buen político. Pero Moro le dirá: Creo que cuando los hombres de Estado se olvidan de su propia conciencia y la anteponen a sus deberes públicos, conducen a su patria por el camino más corto hacia el caos. Respuesta en consonancia con alguna de sus máximas más célebres: "El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral." O... "Muero siendo un buen servidor del rey, pero primero de Dios."
Hace unas semanas, en Orihuela se presentó un libro del sacerdote oriolano Cosme Damián Savall. Introducido con muchas sabidurías por Helena Rausell Guillot, especialista en Humanismo renacentista, el libro recupera el texto del discurso que Savall, catedrático de Griego y de Oratoria en la Universidad de Valencia, pronunció en 1531 con motivo de la apertura del curso académico en dicha universidad. El discurso, "Discurso Exhortativo sobre la consecución del mejor estado de la República Literaria", como hemos dicho en nuestra colaboración en ONDA CERO Vega Baja y en la columna que publicamos en "Diario de la Vega", nos refrescó nuestras querencias por Erasmo de Rotterdam y el Humanismo Cristiano. Así radiamos y escribimos: "qué hubiera sido de haber sido más tolerantes entre religiones. Qué de haber atendido antes al 'Enchiridion' o 'Manual del Caballero Cristiano' de Erasmo que 'El Príncipe' de Maquiavelo, aun sabiendo que Maquiavelo no era tan maquiavélico. Qué de haber potenciado la República del saber por encima de la República del poder. Y así."
En este año de tantos recuerdos propiciados por la movida Edad de Oro. Los 50, un Tesoro el libro nos trajo también a la memoria la película que habíamos visto en nuestra infancia y que hemos vuelto a ver en otras ocasiones. Una película muy aleccionadora para tiempos de desorientación personal. Cuando la veo, cuando la recuerdo, también me pregunto, como tantas veces leyendo historia, qué habría hecho yo de haber sido él. Porque si tanto estimamos el Humanismo Cristiano... Algunos autores han cuestionado el comportamiento de Moro en su ejercicio judicial, estudios recientes lo salvan. Así sea para imitarlo.