Un nuevo vecino
Un pequeño acontecimiento nos ha ocurrido en la escalera esta semana. A lo mejor para ustedes el hecho de que se mude un vecino a su finca carece de importancia, pero en la mía ver aparecer caras nuevas es todo un acontecimiento, sobretodo si quien viene a vivir es de tu línea, porque de la misma manera que al del primero B no le ha gustado nada el nuevo vecino, a otros nos ha parecido estupendo.
Pasa lo mismo que en la política, que nunca llueve a gusto de todos. Pero en la escalera es mucho más llamativo, porque a excepción de la del cuarto y un poco la del tercero, me encuentro en franca minoría. Pero mira por donde tenemos un nuevo inquilino que a primera vista parece estar con nosotras, lo digo porque por todo lo que ha pasado en la escalera desde la semana pasada, tengo la impresión de que es de los pocos que congenian con nosotras.
El domingo desde primera hora, comenzamos a oír golpes, y como nadie en mi casa protestaba no iba a ser yo la que se levantara a averiguar de dónde provenían, así que intenté conciliar el sueño. Pero sonó un grito que provenía de una voz muy conocida para mí, si no dejáis de dar golpes voy a llamar a la Policía me pareció oír, pero los golpes y el ruido de la máquina de hacer agujeros no cesaban. Al rato otra vez la misma voz, todos tenemos derecho a descansar, si no paráis con los golpes vais a saber lo que es bueno. Ya no lo pude resistir más, me levanté de la cama y me fui corriendo hasta la puerta del piso, desde la mirilla observé cómo mi vecino el del primero B, se encaraba con un muchacho con el pelo largo, vestido de negro y con pinta de no haberse afeitado en los últimos tres días, con los brazos cruzados aguardaba paciente que el del primero terminara de gritar. Aprovechando que el del 1ºB hacía una pausa para respirar, pude oír cómo le decía,me llamo Juan Andrés, soy el nuevo vecino del tercero, y le pido disculpas por los ruidos, pero tenemos que hacer la mudanza hoy domingo porque mañana trabajamos y no la podemos hacer.
Al del primero estas explicaciones le resbalaron, porque volvió a la carga: a mí me da igual que trabajéis o no, por la pinta que tenéis no parece que trabajéis mucho, pero yo tengo derecho a descansar y no lo puedo hacer con este ruido. Yo ya había abierto la puerta porque no podía soportarlo más, y sin pensármelo dos veces le dije: mi familia está durmiendo y nadie se ha despertado por los golpes, pero tú que estás dos plantas más abajo no puedes descansar, qué pasa que no puedes oír la misa. El del primero se me quedó mirando con peor cara que la de malos amigos que me pone siempre, y enseguida me soltó: en tu casa es que estarán sordos, porque una cosa es que no escuchen los ruidos de la mudanza y otra cosa es que aguantéis la música que tienen puesta todo el rato. A decir verdad ni siquiera había reparado en la música, que no me pareció mala en ningún momento. Pero este comentario sobre la música me hizo adivinar cuáles eran las verdaderas intenciones del primero. Lo que no estaba dispuesto a permitir es que se escuchara otra música que no fuera la suya, y yo no es que tenga nada en contra de la zarzuela, ni de la Pantoja, pero no me parece bien que el hilo musical lo tenga solo uno en la escalera. ¿Ustedes se imaginan que solo tuviéramos un canal de televisión en España?
Pues eso es lo que pretende mi vecino, que tengamos un solo canal, el que a él le gusta. Menos mal que ha venido mi nuevo vecino el del tercero a romper esa dinámica. Ahora cuando entras a la escalera y escuchas la mezcla que produce la voz de la Pantoja con la música eléctrica y en inglés de dos pisos más arriba, sientes que de verdad en la escalera ha llegado la pluralidad.