Un papá genial
Tener al Príncipe de Asturias como padre tiene que ser genial. Gracias al padre que tiene, la Infanta Leonor sin zeta y aspirante a un trono de azúcar, tiene garantizado que el anterior marido de su madre no aparezca por la escena aunque su incipiente carrera de escritor se haya visto truncada de modo prematuro y seguro que gratis. Se ve que el hombre no ha querido aprovecharse de esta circunstancia.
También puede estar tranquila porque tampoco hará acto de presencia el compañero sentimental que tuvo su mamá tras la separación de su primer marido. Un papá tan genial como el Príncipe de Asturias propicia que cuando la abuelita de su mamá Leticia con zeta se pone malita, la atiendan en la mejor clínica privada de Madrid, en una planta para ella solita, bien asistida por buenos médicos entre los que incluso habrá algún doctor y bien escoltada por personal de la Casa Real. Un papá tan espléndido como el Príncipe de Asturias permite que la sindicalista abuela Rocasolano pueda trasladarse de su piso en Villaverde y disponer de una fantástica mansión en el Pardo. Que el Príncipe de Asturias sea su padre, también le garantiza una vida cómoda y regalada, con todos los privilegios que le da derecho su cuna, con todas las maravillas de la vida ordinaria y un reconocido puesto de trabajo en la Jefatura del Estado. A Leonor, su genial papá también puede prometerle que sus primitos y sus primitas también disfrutarán de una vida de cuento de hadas, con residencias en los áticos del barrio de Salamanca o en el centro de París, los inviernos al sol en las pistas de Baqueira Beret y los veranos en yate en medio del Mediterráneo. Y los hijos de sus hijos.
En España hay otros papás que también consiguen para sus hijos casi lo mismo que el Príncipe de Asturias consigue para su hija, pero como sus éxitos son logrados con esfuerzo, mueven la envidia de los demás. La Casa Real no levanta este pecado capital porque están investidos por la gracia de Dios. O porque las revistas del corazón nos presentan a la Familia Real como la última aventura de la emperatriz Sisí. O porque creemos que les debemos algo, tal vez.
En mi opinión la monarquía es una injusticia. Una injusticia declarada con una de tantas ambigüedades que podemos hallar en la Constitución de 1978, esa ley de leyes que ZP está reformando mediante el sistema de los hechos consumados. Por otro lado, uno piensa que por muy mediocre que parezca la Constitución, es el texto que aprobó el pueblo español. Por muy mezquina que pueda considerarse en algunos foros la actitud del presidente del Gobierno, puede ser que dentro de poco el pueblo español ratifique como válida su gestión. Los catalanes han sido los primeros en respaldarlo de manera fehaciente, y no creo que el Tribunal Constitucional los desdiga. Los hechos que emanan de la voluntad popular se deben asumir con deportividad y sin resignación.
Algo así debería intentar ZP con la monarquía. Y vería Andrés Leal como también soy capaz de ponerme del lado del señor de la nación de naciones. El destino de la Familia Real no tiene que colar por el cedazo jacobino. No se trata de pasarlos por la piedra. Ni desterrarlos. Ni siquiera despojarlos de los adecuados medios de vida. Tan sólo se trata de abrirles un camino para finalicen de tomarnos el pelo. No como venganza ni por odio. Únicamente para que se cumpla la teoría de que todos los españoles y las españolas nacen iguales.