El Diván de Juan José Torres

Un repaso a la hipocresía

Si en ocasiones participo en los foros de este periódico, desoyendo consejos de personas cercanas, es porque deseo argumentar matices escasamente tratados en las columnas, pues 600 palabras no dan para actualizar los cotidianos acontecimientos. Son tantos los sucesos que me indignan que me obligo a condensar, esta semana, distintas realidades basadas en la hipocresía de los cínicos y que, para compensar, purgamos los demás. Me indigna el agujero de Bankia, que crece por días y que vamos a tener que sanearlo todos. “¡Qué remedio!” dirán algunos, pero de mal nacidos es dejar el marrón a la mayoría si no va nadie a la cárcel.
Me indigno de la descomunal falsedad de la ONU, el más amplio organismo internacional y que ha tenido tiempo, desde su nacimiento en 1945, para convertirse en una corporación de naciones democrática y justa. ¿De qué sirven las Asambleas Generales, que reúnen a casi 200 países, si el Consejo de Seguridad se pasa por el culo los acuerdos de la mayoría? ¿Cómo puede ser justo y democrático que cinco naciones, USA, Rusia, China, Reino Unido y Francia, tengan derecho de veto ninguneando al resto? ¿Con qué código equitativo puede seguir existiendo este privilegio, absolutamente dictatorial, en 2012?

Con esta ufana chulería se prolongan eternamente conflictos internacionales, por trato de favor, enquistados desde lustros: los asentamientos de Israel en Palestina, la barbarie de las fuerzas represoras de Siria, la utópica autodeterminación del Sáhara o decenas de colisiones vergonzosas esperando resolverse. Pero como la paciencia de las víctimas no es infinita tampoco debería serla para los países de la ONU maltratados, una y otra vez, por los perdonavidas que ejercen el veto. Si por mí fuese 190 países abandonarían sus asientos en el Organismo de la mentira, se irían a sus casas y dejarían solos a los granujas. ONU de 5 para juegos de póquer.

Semejante consejo daría a los 26 países de la Unión Europea, ahora que Hollande no jugará a ser Sarkozy. Puesto que Merkel, el BCE y los mandamases de Bruselas siguen, erre que erre, con exigencias, atosigamientos y amenazas, los 26 deberían plantar a la cancillera y encararse contra los bancos. Menuda Unión cuando los que capitanean el barco lo hacen con su bandera y para beneficio de sus intereses. Ojala los 26 países se cuadren, no ante los mercados, sino por dignidad y digan ¡basta! Se regeneraría así una UE con otros parámetros y argumentos, con un ideario más social y menos económico, y Alemania, como los que vetan, abandonada.

Indignado estoy también con el chantaje, otro emocional, de Rouco Varela advirtiendo que si la Administración obliga a la Iglesia a pagar el IBI se verán afectadas sus generosas actividades a favor de los pobres, como el servicio de Cáritas. Recibe la jerarquía religiosa más de diez mil millones de euros del Estado y sólo invierte un 1% de su capital en Cáritas, como si fuera una irrisoria sucursal. Debería la Santa Madre pagar como todo el mundo y distribuir, no su patrimonio, pero sí sus beneficios, para paliar hambrunas, injusticias y atropellos. Se necesitan menos sermones y más ejemplos, pues los pobres no quieren limosnas, sino justicias.

Pues teniendo en cuenta que muchas personas venden sus reliquias sentimentales para sobrevivir, bien podrían los cardenales, arzobispos, obispos y vicarios vender sus joyas, sortijas, argollas, collares y demás aderezos para obtener, no más riquezas, sino dineros y repartir sus ganancias. “Compro Oro”, de Casa Oliva, tasaría las alhajas a la baja pero algo cosecharían los clérigos. Así que pague la Iglesia sus impuestos o venda sus fortunas, no caben ambigüedades intermedias. Y me indigna también que a los que nos enojamos con estas cosas nos llamen perroflautas, calificativo que denota vulgaridad e ignorancia. Los perros que ladren, las flautas que lloren.

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