Una mala mañana
Suena el despertador suena el despertador es una buena frase para comenzar una columna con este título. Suena el despertador no vuelvo a empezar, es mi despertador programado para sonar cada diez minutos. Suena el despertador, la luz ilumina esta ciudad donde vivo. La ciudad que he conocido desde niño.
La ciudad, Villena, es un torrente de ilusiones y decepciones, una ciudad que no envejece, una ciudad que no crece, una ciudad cargada de historia y movimiento, también de inestabilidad e indecisión. Tal vez eso me gusta de la ciudad. Sin adivinar el carácter que imprime a quienes la habitan: tan particular, tan independiente y dependiente al tiempo. La ciudad
¡Suena el despertador! El rumor de las máquinas llega desde la calle, me recuerda que han vuelto a levantar el asfalto por algún tipo de problema con el alcantarillado, tal vez en esta ocasión no se trate eso
me he cansado de preguntar.
Levantarme por la mañana no es una de las cosas que mejor se me dan en la vida. Así que me sacudo con rapidez cada uno de los pasos necesarios hasta estar preparado para salir de casa lo antes posible. El segundero a estas horas se encuentra en forma, avanza con energía y disposición; basta abstraerse con alguna idea para que el reloj haya ganado más minutos de los previstos. Antes de salir de casa vuelvo a entrar al dormitorio. El bebé duerme plácidamente en su cuna para envidia de algunos así que aprovecho para llevarme su imagen de camino al trabajo. Al bajar las escaleras me asalta el recuerdo de un Documental de la 2. En aquella entrega un grupo de cebras se desplazaba de un lugar a otro en busca de pasto. La manada permanecía unida y se organizaba para proteger a sus miembros más débiles. Una cebra preñada daba a luz a una cría. El comentarista explicaba que durante sus primeras horas de vida se pondría en pie, se alimentaría... Lo curioso era que una vez realizado todo esto la cría permanecería junto a su madre memorizando el dibujo de la piel materna. De lo contrario decía la voz en off si se separara de su madre y no fuera capaz de identificarla ningún otro miembro del grupo se haría cargo de ella. Yo, ya dentro del coche, pienso que algún instinto de ese tipo debe ser el que nos lleva a pasar tanto tiempo mirando a nuestras criaturas, pienso que no debe ser sólo el capricho ni el placer lo que nos mueve a hacerlo.
A todo esto ya alcanzo el cruce con Navarro Santafé con destino el Polígono de El Rubial. Han levantado las aceras, pero la calle es transitable. Era transitable. Un camión del grupo de obras está estacionado de tal modo que no se puede bajar hacia la Avenida de la Constitución. Miro a alguno de los trabajadores, pero me responden alzando las cejas. El camión no está detenido allí por un motivo concreto, basta con que retroceda un metro para liberar la vía
Maniobro y tomo las calles Benavente, San Sebastián, Coronel Selva y
la Calle San Isidro también se encuentra cortada por obras, así que tengo que llegar a la Plaza de Toros para encaminarme a las vías. Dicen que cuando las cosas comienzan a salir mal lo mejor es volver a acostarse. Lo pensé al llegar a las vías y encontrarme la barrera bajada. También pensé que aunque Villena cuente con uno de los términos municipales más extensos de España no es necesario recorrerlo entero cuando alguien quiere llegar a dos puntos aparentemente unidos por una línea recta.