Apaga y vámonos

Una Moción, por compasión (y II)

Mal atendieron Sus Majestades mi petición de tener un espacio fijo para opinar con regularidad en 2010, que hasta anunciando con antelación que mi última columna tendría continuidad me he visto obligado a postergar su publicación… Y para más Inri, me quedo sin sitio la misma semana en que pillan a Juan Richart con el carrico del helao, que ya es mala suerte la mía.
Pero yendo a lo que vamos, les decía el otro día que, visto lo visto, no me sirven para gobernar Villena ni los que están ahora ni los que, sentados en los bancos de enfrente, pretenden gobernar dentro de 15 meses, con la consiguiente alegría de unos y otros, que por una vez en la vida alcanzaron la unanimidad: unos en mi padre y otros en mi madre. ¿Pero qué quieren que les diga, si después de escribir lo que escribí empezamos a enterarnos –gracias a la guerra PP / No Adscritos– de las miserias de ese súperequipo que nos iba a enseñar lo que es gobernar? ¿Qué esperan que escriba si llega el PSOE y, en lugar de lamentar el aprovechamiento de su cargo público por parte de un concejal y animar a quien sea a tirar de la manta, confunde el tocino con la velocidad y se enfada de que nos hayamos enterado de las aventuras de Richart? ¿Les aplaudo? ¿Les voto? ¡Anda ya!

Ya puestos a proponer, lo suyo sería el diseño consensuado entre todos de un programa –internet, las redes sociales y el apoyo de los medios convencionales podrían facilitar mucho la tarea– y la gestación de una candidatura de “notables” –personas de reconocido prestigio y avaladas por sus éxitos en campos como la empresa, el derecho, la economía, el asociacionismo, el deporte, la cultura…– capaz de desarrollar ese programa hasta sus últimas consecuencias. Un Senado, si quieren. Un Gobierno de Salvación capaz de aportarnos algo de esperanza tras los repetidos desengaños de los últimos años, promoviendo una especie de “Espíritu de la Transición” villenero que nos invite a creer de nuevo en la democracia, y no en el sucedáneo que hemos sufrido en los últimos tiempos, tan plagados de decepciones…

Esto sería lo bonito, claro, pero con lo viciada y malversada que está la política en este pueblo tan desagradecido, a ver quién es el guapo que se lanza a la piscina poniendo en riesgo su prestigio y su salud, sus negocios y su estabilidad familiar o personal. Así pues, tendríamos que recurrir al Plan B, consistente en hacer un Saramago, es decir, atizarles a todos un tsunami de votos en blanco –léanse “Ensayo sobre la Lucidez” y la columna de esta semana de Juanjo Torres– que les inste a marcharse a su casa con el rabo entre las piernas, obligando a instancias superiores a colocarnos, como en Marbella, una gestora compuesta por representantes de todos los ámbitos locales y obligada a pactar, a dialogar, a entenderse y a mirar por Villena de una vez por todas, y no por los intereses particulares de los de siempre, que ya empiezan a tenerme más que harto.

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