Cartas al Director

Unidos Podremos

Bueno, como ya llevamos unos días lamiéndonos las heridas, hora es de recuperar la cordura, comenzar un período de análisis sosegado que nos sirva para evitar errores en el futuro y dejar de patalear con la coña marinera del “pucherazo”. Porque con lo del pucherazo ya contábamos, pero no con la burda trampa de quitar o poner votos en las urnas o en los recuentos después de las votaciones, sino con la influencia del bombardeo mediático contra la única formación política que no debe su “ser” a los créditos bancarios y con la estrategia de inflar los sondeos para que parezca que se aproxima el apocalipsis y, así, movilizar a todos “los buenos” al tiempo que se influye en la decisión última de la parte más tibia de “los malos”.
De manera que reconociendo la posición de debilidad en la casilla de salida de Unidos Podemos y antes de que la frustración por los resultados de las elecciones lleve a alguno de los dirigentes a explayarse en nuevos discursos de extirpaciones, podas o siegas, más vale que seamos capaces de escucharnos, hacer autocrítica y valorar cualquier opinión que sirva para hacernos avanzar hacia el poder, que es la única estancia en la que se puede trabajar para mejorar la vida de la gente. Este es el norte que no se debe perder, el más importante. Con este fin aporto mis reflexiones.

Empezaré por el final, y posiblemente lo menos relevante. Parece que la confluencia con Izquierda Unida no ha dado los resultados apetecidos porque parte de los “puros” de toda la vida han entendido como una rendición de Garzón esa táctica de unidad y han negado el pan y la sal de su colaboración y, puede, que hasta de su voto. Será difícil averiguar cuántos apoyos se han ido por esa alcantarilla, de la misma manera que cuantificar cuantos votantes socialdemócratas o ideológicamente indefinidos, habrán decidido abandonar la nave que jamás compartirán con los “temibles” comunistas.

También merece la pena recordar la precaria organización de Podemos, una formación que nació hace apenas dos años y que fuera de las redes sociales, en dónde posee una potente presencia, no ha llegado a implantarse en cada uno de los pueblos y ciudades de manera consistente. Esto hace que se acceda con dificultad a núcleos de población ajenos a las nuevas tecnologías sobre los que difícilmente se puede influir.

Y en tercer lugar hay que hacer mención al discurso. En este sentido y a pesar de que en esta campaña se le ha querido dar protagonismo a distintos dirigentes de la coalición, no cabe duda de que el peso mediático recae sobre las espaldas de Pablo Iglesias. Sin hacer el juego a los que argumentan que los resultados son consecuencia del no a la investidura de Pedro Sánchez en la legislatura abortada, si que merece la pena repensar algunas actitudes del secretario general de Podemos que han podido resultar negativas para su imagen al mismo tiempo que las distintas estrategias discursivas en función de las diferentes expectativas.

En nada ha podido beneficiar el ofrecimiento arrogante de la presidencia al líder del PSOE. En nada las salidas de tono en alguna intervención parlamentaria. En nada las constantes respuestas a los periodistas del “pesebre” sobre Venezuela o la falsa financiación irregular que una y otra vez desestiman los tribunales; tiempo perdido, tiempo que hay que aprovechar para explicar el proyecto a los ciudadanos. Más tarde la corrección de la deriva más agresiva hacia “la sonrisa” y la mano tendida, no ha dado sus frutos.

¿Qué hacer ahora, cuando la tozuda realidad nos devuelve un escenario que nunca deseamos? Pues ante todo ser cautos, tomarnos las cosas con un poco más de calma. Presuponer que aquí no sobra nadie y que la razón la encontraremos en el diálogo. Valorar lo que hemos avanzado cuando no hace tanto ni siquiera teníamos zapatos para caminar. Fortalecer la organización sin olvidarnos de la calle y seguir nuestro camino sin pretender ocupar la casa de nadie ni usurpar su nombre.

Visto lo visto se abre una nueva etapa en la que, con la participación de tod@s, se tiene que enderezar el rumbo. Podemos, con su mensaje transversal, resultó ilusionante para los que estaban hartos de este estado de las cosas. Resultó novedoso porque donde no había ido nadie, aparecieron ellos y ellas para denunciar a los políticos adocenados de cualquier color que se habían olvidado de su pueblo. Resultó apasionante porque habló de los de arriba y los de abajo con un lenguaje inteligible para la mayoría, de los que lo tienen todo y de los que no tienen nada, de los que viven en palacios y de los que son expulsados de sus casas por los usureros. Y todo esto lo hizo sin etiquetarse, vinieran de dónde vinieran sus dirigentes y bebieran de los ideólogos que bebieran, porque, seguramente, las etiquetas estaban todavía por confeccionar. Ese fue el secreto, apostar por otra manera de hacer política al margen de los preceptos de los grandes santones. Reunirse en las plazas con la gente y escucharla. Renunciar a la ortodoxia sin anunciar el fin de las ideologías, si no para construir una nueva menos encorsetada. Un espacio abierto en el que se puede confluir y se puede disentir. En el que caben todas y todos los que tengan claro que la política se hace para la mayoría de la gente que lo único que quiere es vivir en paz y dignamente.

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