Verán
Verán, oigo decir que ya metidos en el verano oficialmente va resultando cada vez más complicado esto, aquello, de pensar; yo matizaría para generalizar el asunto aportando o concluyendo que lo que se hace más cuesta arriba en realidad es simplemente trabajar.
Verdaderamente los días de verano pueden aparentar ser malas fechas para tal quehacer, pero nuestro instinto humano, social probablemente, reacciona al igual que cuando nos surgen una serie de problemas en un corto espacio de tiempo y nos ponemos a imaginar que la mala suerte se ceba con nosotros. En realidad el verano no es una mala época para trabajar, ni la suerte tiene voluntad para tomar fijación con cualquiera de nuestras queridas personas. No negaré, no obstante, que la subjetividad propia de cada cual pueda llevarnos a tales conclusiones. Yo ahora mismo me encuentro casi inmerso en la oscuridad del día, tras haber soportado largas horas de calor y sin posibilidad de conectarme a la red y por tanto de enviar las presentes letras a su lugar de destino. Será necesario hacer uso de la memoria para recoger ciertos datos y de audacia para lograr que lleguen a su destino.
Verán, en muchas ocasiones nos dejamos llevar por la intuición, por ciertas sensaciones que escapan a la razón. En alguno de tales casos somos capaces de hacer uso del raciocinio y la experiencia para aprovechar tales flases a favor de alguna teoría que nos pudiéramos encontrar por el camino, otras veces es tan sólo intuición que se desperdicia o no, según tengamos más o menos simpatía hacia el pragmatismo. En mi caso, como en la mayoría imagino, unas veces ocurre y otras no; me refiero a lo de alcanzar ciertas conclusiones a raíz de una sensación, también ocurre al cincuenta por ciento que dichas conclusiones sean acertadas o erróneas. El tiempo lo dirá o lo certificarán los datos.
Verán, les cuento todo esto porque nunca he ocultado mi malestar respecto al cauce tomado por los CAV, los Cursos Abiertos de Verano. Y la razón de tal molestia no es causa de la SUV, Sede Universitaria de Villena, ni de la labor que el señor José Silva realiza. No. Aunque a estas alturas, sin anteriores explicaciones, pueda llevarse a concentrar mi disgusto en tales causas. No. Más bien me amparo en dos argumentos, uno subjetivo, sensorial, y otro objetivo. Nadie negará, en el primero de los casos, que la expectación por la llegada de los cursos, su presencia en la ciudad durante su realización, el ambiente creado, era apreciable por casi la mayoría de quienes aquí circundamos. Pues dicha atmósfera me ha parecido reducirse notablemente, como si lo que acontece hubiera ido alejándose de nuestro mundo para cerrarse en sí mismo. Causa de ello puede tener como culpable la centralización de los CAV en una única concejalía, pese a que cuente con el apoyo de las que años anteriores formaron parte del proyecto. Causa de ello puede ser la omnipresencia de la Universidad de Alicante, que asume casi la totalidad del profesorado y de las actividades culturales que se realizan. En cuanto al argumento que se basa en la objetividad, sumados los ya citados, hablaríamos de la reducción de cursos, la centralización, la publicidad, la asistencia de alumnado de otras localidades
Verán, quizás todo esto no sea más que el producto de una lejana intuición, una sensación ahora, algo que quizás mañana sea una certeza o no. Quizás, realmente a ustedes no les importe lo más mínimo mi reflexión, no les afecte o no hayan caído en ello. Quizás el verano ha traído mucho calor o quizás la suerte se ha cebado con mis musas.