No acabo de saber cuál podría ser la razón, pero pocas historias me interesan más que aquellas que relatan la vida y milagros de los escritores. Incluso más que las de los cineastas, por mucho que me guste el cine; no digamos ya las de los músicos, pintores o demás ejemplos de profesiones artísticas que se nos puedan ocurrir. Por ello, cuando tengo noticia de un cómic (u otro artefacto de naturaleza parecida, como veremos a continuación) que tiene por protagonista a un escritor, haya leído su obra o no, lo admire o no, no tardo demasiado en hacerme con él.
Dentro de este particular subgénero biográfico, uno de los mejores ejemplos publicados últimamente es sin lugar a dudas La mentira por delante, peculiar aproximación de Lorenzo Montatore a la figura de Francisco Umbral; y obra que ya les adelanto me parece una más que digna candidata al Premio Nacional de Cómic. En este caso, y tal y como sugiere la ocurrencia del propio autor de Mortal y rosa que le sirve de título, estamos ante un relato biográfico nada ortodoxo, muy alejado por tanto de cualquier propuesta bien sea hagiográfica, bien proclive a la polémica, a las que estamos tristemente acostumbrados. Así, el recorrido por el devenir de quien se convirtió en pope del periodismo de opinión gracias a sus columnas sobre la vida nocturna de la capital no sigue un recorrido cronológico ni se detiene necesariamente en los episodios más importantes -subrayo el adjetivo por lo que tiene de subjetivo- de su vida, sino que viaja adelante y atrás en el tiempo merced a asociaciones de ideas argumentales o visuales sin que eso conlleve el transmitir al lector una sensación errática o azarosa.
La verdad es que tras leer su anterior ¡Cuidado, que te asesinas! ya estaba puesto sobre aviso de que lo nuevo de Lorenzo Montatore podría ser cualquier cosa menos un relato convencional; pero nada me había preparado para adivinar la excelencia de una novela gráfica como la presente, que aúna composiciones de página más bien clásicas con recursos propios del humor gráfico, referencias cultas (de Valle-Inclán a Gómez de la Serna, por citar solo un par) con influencias tan populares como el universo de los videojuegos de 8 bits; al mismo tiempo que hace gala de un talento para la caricatura verdaderamente pasmoso: con apenas unos pocos trazos logra que se reconozcan a todos los convocados, ya sean del mundo de las letras, la política o la farándula. Particularmente brillante me parece que Montatore se ventile de un plumazo en el arranque tanto los datos biográficos convencionales como, no podía faltar, el celebrado y un tanto esperpéntico episodio televisivo de la mano de la Mercedes Milá pre Gran Hermano, para después volar libre hasta una conclusión en la que la desaparición del hijo y la propia se relatan seguidas yendo de la mano y siendo percibidas casi como una sola tragedia. En resumidas cuentas: un trabajo espléndido por parte de un autor que se despoja aquí de la voluntad por epatar y cierta gratuidad que se podían adivinar en la obra previa citada, y al que por tanto habrá que seguir con suma atención.
Al contrario que Umbral, todavía sigue vivo y en activo, tal y como señala el título de la obra que ahora nos ocupa, el italiano Roberto Saviano. Y en su caso es toda una hazaña, pues como ya sabrán estamos ante quien es conocido a lo largo y ancho del planeta como el autor de Gomorra, libro cuya publicación le valió convertirse a la edad de veintiséis años en objetivo de la Camorra a la que su libro denunciaba con nombres y apellidos. Esto es, por supuesto, el eje central de Todavía estoy vivo, un cómic (auto)biográfico que puede leerse como un valiente ajuste de cuentas no solo con los capos y los sicarios de la mafia napolitana que han amenazado su vida en repetidas ocasiones, sino también con todos aquellos que -tal y como su colega Salman Rushdie, otro perseguido por sus palabras en negro sobre blanco, le previno-, no le perdonan la falta de credibilidad que, siempre según su perspectiva viciada, supone el hecho de que siga vivo.
Para su debut en el terreno del cómic, Saviano ha contado con la colaboración del israelí Asaf Hanuka, autor no muy conocido por estos lares pero que cuenta con varios premios y menciones en su haber. De estilo más convencional que los otros artistas de las recomendaciones de hoy, sin que ello deba ser entendido como una crítica a su labor, este artista nacido en Tel Aviv pone sus lápices al servicio de su guionista y protagonista con toda la humildad del mundo, facilitando así la lectura de un relato ya sumamente interesante de por sí, y que al igual que el de La mentira por delante se mueve adelante y atrás en el discurrir del tiempo para conferirle a la obra un cierto hálito poético que eleva su alcance por encima del de otras propuestas similares mucho menos evocadoras.
Para terminar, quiero recomendarles un libro que no es un cómic tal y como entendemos convencionalmente las diversas manifestaciones del noveno arte; pero que sí aúna texto e imagen de la mano de un autor consagrado del medio como David B., al que la mayoría recordará como el responsable del autobiográfico La ascensión del Gran Mal (luego reeditado como Epiléptico), pero que también ha firmado otras obras tan recomendables como La lectura de las ruinas o Diario de Italia. Me refiero a Nick Carter y André Breton. Una pesquisa surrealista, suerte de álbum ilustrado en el que este autor francés reúne al estilo de los romances de ciego y las aleluyas medievales (ilustración arriba, texto abajo) a su compatriota André Breton, principal impulsor del surrealismo en los años veinte del siglo pasado, y al personaje de la narrativa popular creado por J. R. Coryell en 1886. Un encuentro nada gratuito, teniendo en cuenta que el grupo surrealista encontró en la aparente improvisación y la falta de lógica tan habituales en las intrigas folletinescas protagonizadas por Fantomas, Judex, Irma Vep o el mismo Nick Carter una inspiración a la hora de parir cadáveres exquisitos y otros textos diversos confeccionados mediante la técnica de la escritura automática.
De este modo, la propuesta de David B. pasa por aceptar el encuentro entre ente de ficción y personaje histórico tomando como arranque el encargo de un trabajo al primero por parte del segundo, a propósito de algo que este último perdió o se lo arrebataron pero que no puede definir o concretar en pocas palabras. Por supuesto, esto no es más que la excusa argumental que permite al autor realizar un fascinante recorrido por los estilemas visuales de las vanguardias europeas en general y del movimiento surrealista en particular, en un trabajo de un abigarramiento deslumbrante y un poder de sugerencia arrebatador; y donde no faltan como invitados de excepción amigos y enemigos varios de Breton, como es el caso de Louis Aragon, Robert Desnos, Salvador Dalí, Georges Bataille... y hasta Luis Buñuel, al que no se le cita directamente pero que aparece evocado mediante un motivo pictórico claramente reconocible y extraído de Un perro andaluz. El resultado de la propuesta reincide en algunas de las constantes de la obra previa de su autor: recordemos su interés por la época de los ismos plasmado en la serie Por los caminos oscuros; o su querencia por los tópicos de las historias policíacas y de suspense, así como por su aproximación al mundo onírico como fuente de inspiración, vistas ambas en Los complots nocturnos. Y el logro artístico alcanzado roza tal altura que, llegado al punto de la conclusión de su lectura, poco importará al lector sensible cualquier debate sobre qué es cómic o qué deja de serlo.
La mentira por delante, Todavía estoy vivo y Nick Carter y André Breton. Una pesquisa surrealista están editados por Astiberri, Reservoir Books e Impedimenta respectivamente.