De recuerdos y lunas

Villena por un bujero

Cuando presentamos el libro "Villenerías" de Alfredo Rojas aludimos a un pasaje que provocó la risa entre el público. Es un comentario agudo en el que el jornalero Martín, jubilado, deja aflorar una inteligente ironía. Porque Martín muestra una perplejidad consciente ante las ambiciosas promesas que los partidos políticos han hecho para la ciudad. Tanta ambición lleva a Martín a reservar su confianza.

Concretamente se trataba del diálogo sesenta y seis, publicado en la revista mensual "Villena" en julio de 1987, después de los comicios municipales que se celebraron el diez de junio. En él, Martín, dirigiéndose a Ginés, dice así: "Si habieran entrao tos juntos en el Ayuntamiento, y habieran hecho to lo que decían, se va usté del pueblo, y a los tres o cuatro años ve Villena por un bujero y se cree que es Madrí. Bueno, Madrí se queda, al lao de Villena, como un chinche del siete. Yo, Ginés, cuando veo tanto prometer, y tanto decir, allega un momento que no me creo na."

En la campaña que dejamos ha habido, principalmente por parte de los partidos mayoritarios, unas promesas espléndidas. Muy espléndidas en algunos casos. No está mal que así sea porque la pretensión es motor dinámico para llegar a la conquista. Si no hay deseo, menos cabe la voluntad para satisfacerlo. Hay que anhelar la luna para, al menos, mirar hacia el firmamento. Ahora bien, si las promesas sólo han sido un brindis al sol para contentar a un tendido esperanzado, serán promesas que, por ser compromiso, tarde o temprano, se volverán lastre. Y peor será si se hicieron para no cumplirlas. Porque los ciudadanos necesitamos confiar en nuestros representantes políticos.

Los que ganaron podrán –y tendrán– que poner en marcha lo que comprometieron, los que perdieron deberán atender que todo se hace según ley; al tiempo que tendrán que fiscalizar con creatividad y respeto al gobierno elegido. Esto sin renunciar a la pelea por sus propuestas que –también es posible desde la oposición– ilusionen a la ciudadanía. Porque sus propuestas alternativas también nos interesan. Así, a los que ganaron, que no les embriaguen los néctares del triunfo y no marginen a la oposición, sino que vean en ella a un grupo que trae, también con amor, la ciudad amada a través de ideas y proyectos que también han respaldado ciudadanos.

Pero una cosa nos ha preocupado durante esta campaña de ofertas ilusionantes al alza: el que tras las grandes promesas de un lado y de otro hemos leído un mensaje pernicioso para las instituciones, al vincular la realización de algunos proyectos con la correspondencia partidista en instancias superiores. Como si las necesidades y las ilusiones de los pueblos fueran, o no, realizables dependiendo de la concomitancia política. Esto es, que las cosas se harán o no se harán en función, no de su necesidad, sino de la sintonía con quien arriba gobierna. El mensaje es dañino porque, por un lado, supedita la realización de los proyectos a unos partidos concretos, marginando a los partidos minoritarios que carecerían, más arriba, de la influencia necesaria para llevar a cabo la gestión; por otro, porque condena a los pueblos a los caprichos de los que tienen más poder. Si hay algo más legítimo y próximo a los ciudadanos en nuestro sistema democrático es la representación municipal, por ello no entenderíamos que gobierne quien gobierne más arriba, no escuche, más abajo, a los pueblos. Los gobierne quien los gobierne. Porque una acera es una acera. Ojalá, dentro de cuatro años, viendo a Villena por un bujero, Madrid nos parezca un chinche del siete. Con mil respetos.

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