Vivís de nuestro dinero
Muchos españoles están peor que yo. Se levantan a las seis de la mañana, vuelven a casa cuando sus hijos se van a la cama, conviven con la cotidiana amenaza de perder su trabajo y hacen encaje de bolillos para que el fruto de su sacrificio vital les permita llegar a fin de mes. Y otros -en número creciente- están aún peor. Han perdido su trabajo y conservan escasas esperanzas de conseguir otro.
Todos ponemos de alguna manera un montón de dinero para que vosotros -que sois muchos- os alimentéis de nuestra pasta. Porque vosotros, incompetentes ejecutivos de la nada, mediocres gobernantes de nuestros estados, vivís de nuestro dinero. Sois parte de un elefantiásico entramado de Ministros, Secretarios de Estado, Directores Generales y parásitos varios que contáis con un ejército de asesores, viajáis en coche oficial y reserváis Clase Preferente en vuestros viajes privados con nuestro dinero.
A cambio, resultáis totalmente incapaces de resolver nuestros problemas, no garantizáis nuestra seguridad ni dentro ni fuera de España, no nos protegéis del desempleo, ni prestáis servicio alguno. Sólo se os ocurren normas para coartar nuestra libertad, para vigilarnos, atemorizarnos y decidir qué es bueno para nosotros. Tomáis posesión de nuestra vida pública, privada y de nuestro dinero para complicarnos la vida, y parís normativas orientadas a seguir siendo necesarios, a no permitirnos deshaceros de vosotros.
Por si fuese poco, inventáis problemas inexistentes, enfrentáis a la sociedad reabriendo crueles debates que fuimos cerrando entre todos, legisláis para cuatro y tenéis la jeta de pagar varios sueldos por importe total de veinte mil euros mensuales a majaderas de manual sin el menor sentido el ridículo que nos hablan de acontecimientos planetarios y otras bobadas de la talla XXL. Todo con nuestro dinero.
Vosotros, prebostes de alguno de los diecisiete gloriosos miniestados autonómicos, también vivís de nuestra pasta. Unos subidos a cuentos imposibles como la fábula de Aitor, otros mitificando a unos segadores de hace cuatrocientos años. Los demás -a la rueda de éstos- os habéis montado un chiringuito de consejerías, direcciones, subdirecciones, patronatos, embajadas y demás máquinas de gastar. Con nuestro dinero, claro está.
Usáis la pasta que yo gano trabajando para fomentar la insolidaridad y sembrar el odio a España; reclamáis la parte que vuestros inverosímiles derechos históricos os adjudican para poder aumentar la pléyade de vuestros deudos, para comprar votos con empleos a dedo. Vivís en la reivindicación permanente que mantenga en movimiento a una bicicleta que se caería si dejaseis de reivindicar. Vosotros metafóricas garrapatas- no resistiríais el mínimo ejercicio de competencia para la obtención de un puesto de trabajo en el ámbito privado, vuestro único mérito es haber medrado en la estructura de un partido político.
¿Y qué decir de vosotros? Sindicalistas liberados del trabajo, de la responsabilidad y del cumplimiento del deber. ¿Cuántos sois? Y ahora, vivís de nuestro dinero. Todos vivís de nuestra pasta y sois muchos, cada vez más. Y nosotros cada vez menos.
Nota: Esta columna es casi la transcripción de un tremendo artículo de Óscar Molina, el cual suscribo íntegramente.