Voceríos sin sentido
Bochornoso me ha parecido el espectáculo que han organizado un centenar de sindicalistas, mayormente de CCOO, increpando a la jueza Mercedes Alaya. Pedían libertad para Salvador Mera, secretario de UGT de Cádiz, mientras reprendían e insultaban a la magistrada que lleva el caso de los ERE falsos en Andalucía. Los detenidos y acusados por la operación Heracles tendrán que ir a juicio y será en los tribunales donde se decida su libertad o prisión. Todo lo demás son juicios de valor y presión mediática que están fuera de lugar, pues una cosa es solidarizarse con los detenidos y otra bien distinta hacer un escrache a la juez.
Hace cuarenta años sí que pedíamos libertad para arrestados por motivos políticos, pues eran frecuentes los apresamientos con juicios sumarísimos, penas desproporcionadas y muchas veces enjuiciados por tribunales militares siendo civiles los sospechosos. Como botón de muestra la detención, el 24 de junio de 1972, de la cúpula de CCOO en el convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón, siendo encarcelados los dirigentes en el famoso Proceso 1001 y puestos en libertad un año después. Estos sindicalistas sí lucharon por las libertades sindicales y democráticas, se jugaron el tipo y pelearon por un ideal. Por tanto la petición de libertad de millones de españoles estaba más que justificada, en una época donde casi todo estaba por construir.
Ahora es distinto. Los sindicatos están subvencionados con dinero público, las patronales igualmente sufragadas y hasta los partidos financiados, y cuanto más grandes más dinero reciben. Por tanto hace años que casi nadie es totalmente independiente, sometiéndose a quienes les pagan: empresarios, sindicatos, partidos, bancos y hasta los tribunales. Pierden la independencia y pierden la credibilidad, asumiendo los roles propios de las grandes instituciones: burocracia, profesionalización, competencia, objetivos a cumplir. Ya no queda de casi nada respecto a la filosofía original, los principios que los regían y el romanticismo utópico.
Sé perfectamente que la Justicia no es independiente, acabo de escribirlo. Que sus órganos directivos son elegidos por el bipartidismo político al igual que los consejos de administración de Cajas y Bancos. Así nos ha ido y nos va. Esperaba de Gallardón, por ejemplo, que iniciara una reforma para agilizar y mejorar el sistema judicial, no para malpagar a los abogados de turno, subir las tasas j o entretenerse con la reforma de algunas leyes más o menos polémicas. Que la Justicia no es independiente ya lo sabemos, que muchas veces es injusta también. Pero eso no es excusa para no dejar que sus profesionales hagan bien su trabajo. Y se supone que la juez Alaya, como el juez Castro con el sumario del Instituto Noós o el juez Ruz con el caso Bárcenas, realizarán bien su trabajo porque es su obligación, aunque reciban presiones de las altas esferas o de un centenar de sindicalistas.
Lo que no es de recibo es que voceen estos supuestos representantes de los trabajadores a una jueza que lleva en sus manos un caso peliagudo. Las prejubilaciones fraudulentas de gentes allegadas a los sindicatos, subvenciones millonarias a empresas que no presentaban Eres o a empresas fantasmas que no existían, comisiones desorbitadas a intermediarios de la Junta de Andalucía, aseguradoras, consultoras, bufetes de abogados, sindicalistas , no son ninguna tontería. Y si añadimos sobornos a responsables políticos del gobierno andaluz en una espiral tramposa de 140 millones de euros, no entiendo cómo hay quienes defienden a unos imputados en los tiempos que están cayendo. Hasta una fortuna encontraron debajo del colchón de un líder sindical. Vergüenza y tristeza me produce. Hasta los domos del PSOE introducen a Griñán en la repugnante puerta giratoria, eximiéndole de la presidencia andaluza y acomodándole en el Senado, como si en el viaje de Sevilla a Madrid una imbécil amnesia le evitara responsabilidades políticas.
Griten libertad para asegurar la emancipación, no para proteger a corruptos.