De recuerdos y lunas

Volver a ser

El bueno de Pascu, Pascual Albeza Tomás, amigo bendito de mi cuñado Paco, Francisco Mora Ortiz, nos lo confesaba hace unas semanas al salir del concierto de Los Secretos, "Concierto íntimo" en el Teatro Circo de Orihuela. Pascu nos lo decía en el Suco. Tomando unas cervezas. Y nos dijo que se había emocionado y que, varias veces, había llorado. Yo, que le notaba un poco tímido, como pidiendo disculpas por si en su sinceridad le creíamos cursilón, le dije que yo también, que yo también me había emocionado y que varias veces igualmente había llorado. Ya me pasó con Luz Casal en Villena y en Orihuela. Y me pasa con frecuencia en otras ocasiones. En el cine. Viendo la tele… Sí, yo lloro muchas veces.

Tenemos derecho a llorar. Reivindico mi derecho a llorar. Sobre todo cuando con la música me vienen recuerdos. Esta vez con Los Secretos recuerdos de años de ilusiones, años de muchos proyectos y, sin remedio, la tragedia de Enrique Urquijo, hermano de Álvaro, hermano de Javier. En un noviembre Enrique se nos murió, como expósito, en un portal de la calle Espíritu Santo del barrio de Malasaña de Madrid, pajarillo de químicas, apagando su voz golosa de agua y melancolías, encendiendo nuestro dolor interno al tiempo que nuestra rabia, porque una parte de nuestra vida nos la hemos pasado, como presos que cuentan el tiempo, haciendo palotes de amigos y compañeros perdidos en lo mismo, arroyos de todo lo que les rodeaba: familia, amigos, vida… Aludes de nieve, ellos; nosotros sepultureros. ¡Cómo no vamos a llorar! Cada uno recordando nuestras cosas al hilo de músicas y letras. Tenemos derecho al llanto. Tenemos derecho a llorar rebelándonos contra aquella educación que nos robó el llanto haciéndolo exclusivo de las mujeres. —Llora, llora como mujer lo que no supiste defender como hombre —dicen que le dijo la madre de Boabdil el Chico a Boabdil el Chico alejándose de Granada. En nuestra imaginación dibujábamos al rey nazarita entre montañas caminando avergonzado hacia las Alpujarras, echando la última mirada lacrimosa a su tesoro perdido. Por donde el suspiro del moro o… —No llores, que llorar es de nenas.

"He muerto y he resucitado…" arranca la canción "Pero a tu lado". En el concierto, se nos reeditaron, junto a las melancolías, las ilusiones de entonces, fruto de árboles abonados con las propias cenizas de nuestras respectivas muertes cuando crecíamos. La magia del directo, cuando es con músicos de verdad, sin trampa ni cartón y a distancia corta, como es el directo de Los Secretos en "Concierto íntimo", nos hace cómplices de todos los sentimientos al ver a los artistas como si estuvieran en su local de ensayo enseñándonos las tripas y razones de su creación.

Durante la semana previa al concierto había estado, para hacer boca, viendo algunos vídeos de Los Secretos y escuchando algunos Cds que tengo de Enrique Urquijo y Los Problemas. Mientras sonaba la música los gorriones poblaban más que otras veces la terraza que hay junto a la habitación donde trabajo. Los egipcios, entre otros componentes espirituales, identificaban al alma –ba– con un pájaro. Yo veía en estos pájaros urbanos todas las almas de quienes marchándose presurosos nos dejaron jodidos. Por esto y por estos, las lágrimas. Así, es normal que oyendo ciertas músicas, haciendo propias ciertas letras, nos vuelva el llanto. Emocionándonos como el bueno de Pascu. "Con la inocencia más graciosa, / que apaga el tono de la rosa, / con ese brillo que te vuelve un niño, / llegaste como si tal cosa… Volver a ser un niño".

Volver a ser, Pascu, volver a ser.

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