Estación de Cercanías

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En apenas cuarenta y ocho horas tendremos a nuestra disposición el recurso más importante con el que contamos los ciudadanos en democracia para hacernos oír: estamos convocados a las urnas para hablar. Se nos llama a mostrar nuestro agrado o desencanto con la labor que han realizado gobernantes y oposición, que a la oposición también hay que juzgarla, no lo olviden, durante los últimos 1.460 días que ahora tocan a su fin.
Y es el 27 y no el 28 el momento para cuestionar, apoyar o castigar actitudes, aciertos o errores, es ahora cuando hay que conceder o quitar la posibilidad de seguir desarrollando ideas de futuro, proyectos en la recamara o finalizar ejecuciones que quedan a medias tras el corte electoral, es ahora cuando podemos modificar el panorama político a placer. Podemos y debemos, porque es nuestra obligación, valorar el trabajo que algunos de nuestro vecin@s han venido realizando en nuestro nombre, porque nosotros así lo quisimos el 25 de mayo de 2003, desde la izquierda o la derecha. Y de nosotros, de nuestro compromiso ciudadano y social, tiene que salir la nueva Corporación municipal; de nosotros, la voz del pueblo, debe salir el lugar que debe ocupar cada uno los próximos 4 años, periodo de tiempo lo suficientemente importante para una ciudad que necesita de todo y que ve como año tras año todo pasa y nada queda, para una Villena que puede quedar fuera de muchos ámbitos (ocio, comunicaciones, comercio, aguas), y es por ello que tenemos que ser lo suficientemente exquisitos y afinar nuestra decisión al elegir a los que hablarán por nosotros y pedirán por Villena.

Y debemos ir todos, los contentos y los defraudados, los convencidos y los indecisos, los incondicionales, los pasotas y los incrédulos. Acudir e introducir en el sobre la papeleta que mejor refleje nuestro sentir, nuestro pensar, nuestro modo de entender la sociedad, o sencillamente nuestro enfado o desencanto, pero mostrarlo desde la caja de cristal, no desde el “yo paso”, desde el “todos son iguales, ninguno hace nada” o entonando un “qué más da si al final van a hacer lo que quieran”, porque esos facilones e inconsistentes argumentos traerán consigo consecuencias de futuro para todos la mañana del 28.

Disculpen si ven en mis palabras una exagerada insistencia, pero considero importantísimo el deber de mostrar nuestra opinión, porque lamentablemente no han sido ni uno, ni dos, los que me han confiado su decisión de no acudir a la cita con las urnas alegando lo arriba descrito, conclusiones que dibujan a la perfección el ambiente que se respira a escasos días de los comicios por obra y gracia del nefasto trabajo de información y orientación política que desde cualquiera de los bandos se lleva a cabo fuera de los días de campaña y pre-campaña electoral, y que dibuja un abstracto paisaje de hastío y descontento ciudadano que me encantaría ver reflejado en el veredicto del domingo con una participación del 100%. Sí, sí, lo han leído bien, porque si no han sido capaces de conquistar su voto, si no han logrado convencerle o si piensa que ninguna de las posibilidades se acercan ni remotamente a su modo pensar, deposite el sobre vacío, tan vacío como se sienta, pero no se quede en casa. Que su incapacidad no anule nuestro universal derecho.

Yo por mi parte tengo la ecuación resuelta; después de despejar las incógnitas y sabiendo desde hace mucho quién no entraba en la operación, ya tengo el valor de X. Sólo me queda esperar que votemos con la cabeza dejando el corazón un poco aparte y los colores todos en blanco. Que la Ley d´Hont reparta suertes.

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