El Volapié

Walt Disney tiene la culpa

Me paso la vida tratando de concienciar a mis hijos de la importancia que supone un hogar con todas las comodidades –un pequeño piso en nuestro caso–, y les recuerdo que cuando yo era un niño como ellos tampoco vivíamos mal, pero sin calefacción, sin ventanas de doble batiente con climalit y sin Wii ni PSP ni nada parecido.
Ahora es mejor. Que en aquellos setenta y ochenta siempre comimos bien, pero que para desayunar había galletas y magdalenas, a veces rollicos y poco más. Continuo con la monserga típica… ahora hay mil variedades para elegir y en algunos sitios –no hace falta irse a la India– hay pequeñajos que no pueden pedir a su padre que les abra las puertas de la despensa para que piensen qué les apetece merendar, que ya tienen suerte con merendar.

En estas estamos cuando empiezan a emitir en la tele un anuncio de comida a la plancha para gatos. Por lo visto es una delicia. ¿Pero se ha visto cosa parecida? ¡Comida a la plancha para gatos con las necesidades humanas que hay alrededor!

El epicentro del disparate podemos ubicarlo en el cuento de Bambi, aquel tierno cervatillo que tanto sufrió porque vio morir a su madre. Su amigo tambor –un lindo conejito que nadie se atrevería a usar como comida aunque se estuviera muriendo de hambre– lo sacó del bache compartiendo multitud de aventuras con mariposas y pajaritos.

Walt Disney puso voz y sentimientos a los animales comenzando la falacia de humanizarlos hasta el punto de que muchos humanos han llegado a tratar a los animales como seres semejantes, lo cual está fuera de quicio.

Muchos dueños llevan a sus “pets” a vestirlos en boutiques, de ahí pasan a la peluquería y a los SPA, les otorgan todos los beneficios de unos tratamientos veterinarios equiparables a la mejor medicina privada en cuanto a sus precios, recibiendo estas mascotas por parte de algunos humanos todo el amor que no siempre dispensan al resto de los de su misma especie.

Así, parece normal que el resultado de esto suponga que algunos lleguen a pensar que las cabras montesinas sienten frío en las cumbres nevadas y que estarían mejor al calorcito dentro de la cabaña del pastor, que es una barbarie que los buenos cazadores contribuyan al equilibrio de los diversos espacios cinegéticos o que un toro cárdeno y cinqueño de don Fernando Cuadri –por ejemplo– es equiparable al caniche sonrosado de la pija de High School Musical.

Está muy bien que a quien le plazca trate a sus animales de compañía como al más a querido de sus semejantes, pero esto no puede impedir la perspectiva de otro trato menos humanizado.

Un toro de lidia es un ser extraordinario en nada comparable con los extraordinarios lince y demonio de Tasmania, un perro en casa suele ser una molestia para los vecinos pero en el campo es la mejor salvaguarda, un largo natural de mano baja es arte pero ver gatos comiendo carne a la plancha supone una indecencia.

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