Apaga y vámonos

Wonderful World

Hay que ver lo extraño y maravilloso a la vez que resulta este mundo, amigos. Y es que me cuesta mucho asimilar que seamos capaces de asistir al mismo tiempo a bombardeos sobre civiles inocentes y a actos de generosidad y desprendimiento dignos de todo tipo de reconocimientos. Definitivamente, no entiendo nada. ¿Alguien podría explicarme por qué en la sección de contactos de los periódicos las únicas fotos que aparecen son las de los travestis?
Dudas metafísicas aparte, lo cierto es que este mundo tiene muy poco de wonderful diga Louis Armstrong lo que diga. Porque resulta que en esta Era del Buenismo implantada por ZP pueden haber cambiado las formas, pero en el fondo, a poquito que rasquemos, seguimos siendo iguales. Da lo mismo que se haya dicho por activa y por pasiva que el suceso del Barrio San Francisco tuvo su inicio en una pelea originada a causa de la celebración de una fiesta. En realidad, bastó que saltara la noticia a los diarios digitales para comenzar a leer foros en plan “anda ya, todos sabemos por qué ha pasado eso…” o del tipo “son gitanos, y con los gitanos ya se sabe…”. Aquí no existe presunción de inocencia ni beneficio de la duda alguno. El pueblo ha sentenciado, por mucho que la investigación policial –en primera instancia al menos, que ya veremos qué dice el juez– fuera por otros derroteros.

Aunque en absoluto debe sorprendernos lo anterior, porque al fin y al cabo no somos más que el producto de nuestro propio entorno social y cultural, un entorno en el que los tripulantes de un barco pesquero de Santa Pola tienen que vérselas putas –hasta el punto de llegar a afirmar el patrón que en otra ocasión se va a comportar como un ser humano Rita la Cantaora– por hacer lo que cualquier persona de bien habría hecho en su situación: salvar la vida de 51 pobres desgraciados que navegaban a la deriva huyendo de la pobreza, el hambre y la guerra. Y mientras unos desgraciados huían y unos humildes pescadores de Santa Pola nos reconciliaban con nosotros mismos, los mandamases de la Europa rica y próspera nos dejaban una nueva muestra de su nauseabunda existencia, ésa en la que se les llena la boca hablando de cooperación internacional y compromisos ineludibles con los más desfavorecidos cuando en realidad quieren decir que los 51 negros bien lejos. Ahí te apañes con tus negros, marinerito de Santa Pola, que yo no quiero saber nada.

Y soy incapaz de entenderlo. ¡Con lo buenos que son los negritos! Miren si no a medio Alicante perdiendo el culo por sacarse una foto con ese joven senegalés sin papeles que socorrió a la niña mordida por un pez en la playa de San Juan. Esa Subdelegada del Gobierno corriendo para darle papeles al negrito; esos políticos locales llenándose la boca de elogios y ofrecimientos; ese humilde constructor (que no quería publicidad, qué va) que le oferta al simpático negrito un puesto de trabajo; esos elogios y proclamas al multiculturalismo en columnas y entrevistas de prensa, en tertulias de radio y debates de televisión… ¿Pero a quién queréis engañar? Si para vosotros no es más que el negro de la playa, el de los pareos, la Coca-cola o las Ray-ban falsas, y la prueba de que sólo os importa sacaros la foto y poneros la medalla es que ni siquiera sabéis como se llama (en unos lados Alou Alassane Sy, en otros Alassahesy… ¿qué mas da?).

Hoy es un héroe con papeles. Ayer un paria sin ellos. Hoy vale mucho. Ayer era escoria. Pero tanto ayer como hoy es un ser humano. Sin más. Como todos sus hermanos.

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