Y fue el trencadís
Finalizando la Cuesta de Enero, queridas personas, afincado en el pelotón y sin ver ni de lejos al grupo de escapados, continúo pedaleando para encontrarles y volver a hablar con ustedes. Ya sé que todavía no conseguimos ver siquiera el horizonte: el final de la cuesta parece elevarse más allá de enero. Pero nos llegan noticias del sufrimiento de los miembros de la cabeza de carrera: dicen que allí padecen espasmos musculares en los abductores e incluso comentan que una enorme pájara acecha con las alas extendidas al fustigado grupo.
Aquí atrás, en el pelotón, así como entre los rezagados, tales noticias nos llenan de angustia, ya saben: cuando las barbas de los ricos veas pelar
Lo cual no quiere decir que yo no sea rico, ni que valga cualquier excusa para no poner a remojar cualquier pelo que nos decore. En cualquier caso no hay que hacer demasiado caso a quienes ganan menos dinero con sus inversiones, no al menos quienes no tenemos inversiones por las que temer ganar menos. Yo les digo que si no fuera porque debido a que nuestra posibilidad de decisión puede hacer que las cosas cambien en el ámbito político los dioses no lo quieran y que por ello la gente de arriba no hace más que mirarnos, nos encontraríamos en una época tranquila y alegre. Peor es cuando la alta sociedad no tiene problemas de ningún tipo, ya saben: debemos temer el aburrimiento del rico.
Pero inmersos en la bullente campaña electoral, la regurgitante miseria televisiva y los simulacros de terremotos que nos asedian (como amplificadas catástrofes inseminadas por las promesas políticas) nos podemos topar con la noticia que dulcemente nos regala Mª Paz Poveda, concejala de Parques y Jardines de nuestra ciudad. Me emociona y reconforta escucharla decir que desea que los parques y jardines de la ciudad sean preciosos lugares de los que la gente pueda disfrutar y presumir, y que conste que lo de presumir se refiere a presumir de jardines, no a que vayamos estos lugares a presumir, creo entender. Prefiero por supuesto que la Sra. Poveda nos invite delicadamente a mantener en buen estado estos lugares y a denunciar cualquier acto vandálico que atente contra el reconfortante beneficio de su disfrute. Son cosas dichas de otro modo. No quiero imaginarme el modo con que nos hubiera transmitido el asunto por ejemplo la señora Adela Serra, quien hasta su llegada a la Casa Grande no veía en nuestra ciudad más que males y basura, imagino que en lugar del relato bucólico nos hubiera dedicado un butade (de los que gustan al señor Marco) del tipo ahora que hemos echado a los malos y hemos quitado la mierda de los parques más nos vale andarnos con ojo y que acusemos a los maleantes.
A lo que vamos es a que la Plaza del Compositor Antonio Férriz ya está remodelada. Un hecho que nos debe, si no enorgullecer, sí al menos aliviar la oscura carga que suponen para las gentes de Villena el estado de nuestras plazas. Lugares livianamente visitados por nuestra juventud si ustedes los comparan con el 24 horas de las antiguas Casicas de Hellín donde se respira la algarabía y el trasiego inherentes a ciertas edades, signo de salud y vida y reflejo de la falta de los sesenta mil metros de tierra destinada al ocio juvenil. Mientras todo esto ocurre parece que algunas de nuestras zonas verdes se salvan, quienes pensábamos que sería gracias a la iluminación, a la distribución o a la posibilidad de disfrute, no pensamos que la panacea de la salvación de parques y jardines, como apostara el defenestrado Pastor, fue el trencadís.