Apaga y vámonos

Y ganaron los Rojos

En estos tiempos que corren, en los que la revisión del pasado y la elevación a los altares de la mal llamada y peor utilizada memoria histórica están a la orden del día, en los que a los disparates históricos inventados por la izquierda radical o los nacionalismos de todo tipo se les responde con invenciones no menos disparatadas (estilo Pío Moa, para entendernos), sólo nos faltaba hablar ante la prensa de Rojos y Azules (ZP y su dichoso abuelo) o publicar ensayos de andar por casa e investigaciones seudo-históricas, por llamarlas de alguna manera.
Creo que, al margen de la investigación académica, ciertos temas sólo deberían tratarse en clave literaria, género en el que todo vale y de entrada ya estamos avisados: Lo que van a leer a continuación no es más que una invención personal basada en personajes y situaciones reales pero cuyo desarrollo no responde más que a la imaginación del autor… nos advertía Fernando Vizcaíno Casas antes de comenzar su desternillante “Los Rojos ganaron la guerra”, brillante ejemplo de historia-ficción en el que el escritor muestra sus notables dotes para la ucronía dando por hecha la victoria del ejercito republicano en la Batalla del Ebro y con ella en la Guerra Civil. A partir de entonces, y en un relato repleto de ironía y sátira, llegaremos a ver cómo España se convierte en la Unión de Repúblicas Socialistas del Estado Español, presidida por la Pasionaria y gobernada por Negrín y Carrillo.

Lógicamente, Vizcaíno Casas no engañaba a nadie: todos sabemos quién era y de dónde venía, y por lo tanto lo que podíamos esperar de sus libros, a los que, no obstante, basta con acercarse mínimamente prevenido para disfrutar de un buen rato de lectura, el mismo que yo pretendo que pasen ahora, al leer, así de sopetón, que los Rojos ganaron a los Azules este domingo. Y así fue. Por poco, pero la bala roja de Michael Schumacher se impuso al bólido azul de Fernando Alonso en un duelo apasionante disputado en una jornada no menos apasionante, en la que otro joven españolito, Rafa Nadal, le daba un repaso en Montecarlo al número uno del tenis mundial, el suizo Roger Federer.

Y es que, aunque las portadas de los periódicos y los Padres de la Patria sostengan lo contrario, uno es de los que piensan que la “kale borroka” de los batasunos, la “realidad nacional” recientemente inventada por el Parlamento Andaluz, el Estatuto de Cataluña y la madre que los parió son asuntos que a las personales normales nos importan tres leches. Porque lo que nos importa es que se siga generando empleo, que el acceso a la vivienda sea en realidad un derecho y no un privilegio, que nunca nos falten sistemas educativos y sanitarios de calidad y para todos, que aumenten las pensiones, que mejoren las carreteras, que no tengamos que convivir con el miedo a que nos atraquen o nos limpien la casa… Y porque a las personas normales no nos atrae en absoluto la lucha por el poder entre el centro y la periferia, entre el Gobierno central y los autonómicos. Para disfrutar nos sobra con ver cómo a Rafa Nadal se le pone la piel de gallina al escuchar el himno nacional en Montecarlo, los gestos de rabia de Fernando Alonso cada vez que gana una carrera, la pleitesía que un país entero le rinde a un chaval llamado Pau Gasol, los elogios planetarios que recibe Alejandro Amenábar… destacadísimos representantes de una generación de españoles que trabaja duro y con ilusión con una única meta, ganar el futuro. Remover el pasado es cosa de politicastros ambiciosos y sin escrúpulos.

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