Y la Cultura se hizo Diamante
De modo que aquí estoy: delante de esta hoja de calendario doblada por la mitad, arañándola con un bolígrafo que construye mediante trazos azules estas palabras. Obviando los enormes números invertidos que transparenta el fino papel asemejándolos a una marca de agua. Escribiendo en la mesa, frente a la sala de ensayos vacía. Todavía puedo olisquear el rastro que el último actor ha dejado en escena. Si me esforzara podría oler el sudor de su personaje. Como si el cuerpo compusiera un jugo diferente cuando los pensamientos, los problemas, las palabras, la respiración y el ritmo son diferentes. Cierro los ojos e inspiro. El olor a tabaco y cerveza de mi propia boca apenas se abren para dejar paso.
A través de las ventanas abiertas escucho hablar a una niña pequeña y, de tanto en tanto, el canto de un gol por decenas o cientos de voces al unísono. Olvidé el partido al convocar el ensayo. Partido de vuelta de Supercopa. Madrid-Barça. Este país. Azul y Rojo. Izquierda y Derecha. PP y PSOE. Este país que debe de una vez darse cuenta de todo que queda fuera de las dos opciones: cada vez más cosas y personas. Porque el Blanco vs. Negro recoge más que nunca la exclusión, la demagogia, la imposición, la ceguera en definitiva. Eso lo sabemos bien quienes trabajamos en el terreno artístico. Quienes buscamos aprender, conocer, comprender, empatizar, trascender, como camino para la creación. Porque sería imposible hacerlo desde la terquedad de las normas, la inflexibilidad de los horarios, desde la indiferencia o las posturas cerradas y unilaterales. Necesitamos al planeta entero para nuestro trabajo: sus colores, sonidos, sentimientos y energías.
Es muy triste entonces ver cómo España claudica e impone ese aumento del 13% a la cultura. Cómo se inclina ante esa fría y pétrea fuerza que se muestra ajena a todo cuanto no existe en el contrato. Sólo cifras: euros/años. Sanidad, Educación, Cultura, no son términos relevantes. Es mejor llamarlos, para evitar contriciones, Concepto 1, C/2, o C-3. Porque lo primero es lo primero. Y lo primero es recomponer Europa. Sin pensar en el enorme riesgo de que el resultado sea una Europa que no gusta a sus mismos habitantes, peor: una Europa donde sus habitantes no desean ni pueden vivir. Una Europa con dos velocidades que no separan países, sino personas: pobres y adineradas. Una con opción a la educación, la cultura, la sanidad, y otra con ridículas posibilidades de cubrir tales derechos. La plebe y la aristocracia. Cada país con mejores o peores Amos, pero pusilánime, y ciego ante nuestra historia, la de la humanidad, la que mostraba la fuerza de la unión y la lucha. La ceguera de quienes aceptamos más cuerda para bajar al pozo.