Yo tomo la píldora roja
Hace pocas semanas publiqué en Facebook un enlace que había colgado mi amigo Fernando en su muro y que gustosamente compartí. Se trataba de un video donde el profesor Juan Carlos Monedero hace una disertación de su reciente libro El Gobierno de las Palabras y me agradó mucho la meridiana claridad para explicar cosas y conceptos, desmenuzando la consigna que tiene el poder para monopolizar y manipular el lenguaje y sus palabras. Monedero hace alusión a que a la sociedad se le están hurtando, muy poco a poco, los recursos lingüísticos propios y tradicionales. Y aunque parezca algo banal no es ninguna tontería.
De hecho existe una política que aplica una anestesia general, un adoctrinamiento para que la población piense lo menos posible a través de un bombardeo televisivo y de los medios de comunicación que adormecen a los ciudadanos. Si las cosas van mal, si la economía empeora, si el futuro está negro, nos invaden con un cloroformo comunicativo para que no nos cabreemos y estemos contentos y felices. Por eso rememora el profesor la película Matrix. En el film, si alguien se agobia le dan a elegir entre la pastilla azul o la píldora roja. Si se consume la azul ya no se tienen problemas porque se pierde la perspectiva de las cosas y la cruda realidad para nada afecta, pues se entra en una hibernación por una amnesia general que aplaca todo instinto de rebeldía, abrazando la sumisión.
Si se toma la píldora roja los ojos no se cierran, el insomnio nos atrapa y estamos capacitados para contactar y asumir la triste realidad. El mundo real es así. Con la azul no nos enteramos de nada, con la roja estamos despiertos para todo. Por eso cita Monedero que en los EEUU nunca hablan de pobreza porque no existe. ¿No existe? nos preguntamos cuando existen 40 millones de individuos marginales que no tienen techo donde dormir. Pero los listos norteamericanos dicen que no son pobres, sino perdedores. Y la sutil diferencia estriba, para ellos, en que los perdedores lo son porque se lo han buscado, es decir, que no han aprovechado las ocasiones para triunfar en el paraíso de las oportunidades; mientras que los pobres pueden serlo por mala suerte, por un golpe de infortunio o un triste azar de la vida.
Vean ustedes que, tratándose de la misma desgracia, los códigos y mensajes son distintos. O sea, que los desventurados americanos lo son por tontos, los desdichados del resto del mundo por caprichos de la vida. El problema de esos mensajes es que calan y se instalan en nuestras conciencias, como parásitos que nos recuerdan lo estúpidos que somos. Ante el sufrimiento, el dolor que vemos y nos sacude, Monedero hace mención a que vivimos tiempos donde somos optimistas trágicos o pesimistas esperanzados, donde el optimista es un idiota simpático y el pesimista un idiota antipático y en todo caso se trata de no ser idiotas, bajo ningún concepto. Existiendo una desorientación descomunal, una ausencia de referencias, la gente se agarra, como clavo ardiendo, a los libros de autoayuda porque como no hay soluciones colectivas el personal se aferra a soluciones individuales.
El Sistema también interviene mucho en este apartado, pues le interesa que la gente piense que su problema es único y casi intransferible, cuando la sociedad está llena de casos como el suyo. Divide y vencerás, se ha dicho siempre. Por eso apela Monedero a la ecuación mágica: dolor, saber, querer, poder y hacer. Si nos duele algo se diagnostica y queremos curarlo y si es posible podemos superarlo. Pero si no superamos la fase de saber qué nos duele y querer erradicarlo no optaremos nunca a poder transformar y cambiar las cosas. Y frente al miedo que atenaza de la píldora azul nos queda la esperanza que nos libera, la de la píldora roja. Monedero nos visita este viernes en la Kaku.