Estación de Cercanías

500 euros, el precio de un abrazo

Que no es ni mucho menos el valor de un abrazo, porque muchos de nosotros podemos pensar que dar o recibir ese gesto de afecto, si es sincero y llega en el momento justo, no tiene precio material que lo cuantifique.
Realmente, la acción de envolver a alguien en torno a tu cuerpo sin conceder espacio al vacío ni posibilidad a la fuga, o por el contrario, ser tú el alojado en el necesario refugio de esos brazo queridos que son capaces de hablar con tan solo la presión ejercida sin necesidad alguna de palabras, tiene un incalculable valor que solamente se paga o cobra con afecto recíproco, con agradecimiento infinito si es consuelo y con sentimientos asidos fuertemente mucho más hondos que el bolsillo o la billetera, pero esto no deja de ser la versión romántica y cálida del achuchón, porque diariamente podemos observar cómo sus versiones más frívolas son practicadas por políticos embaucadores, enemigos interesados en no aparentarlo y amigos traidores que lo dan con la mirada desviada al lado opuesto, condenándole así a ser simple roce con palmadita en la espalda que lo acabe raudo para acortarlo al limite de lo correcto, devaluándolo así a su mínima expresión.

Y claro, cuando algo es cosa de dos obviamente se necesita de dos partes para concluir el hecho que nos ocupa, necesitando de un hacedor para poderlo llevar a cabo. Se conoce como abrazador al que toma la iniciativa y se convierte en el poseedor de los brazos que envuelven, y es aquí donde podemos encontrar mayor muestrario, pues los hay previo pago en el sentido más carnal del asunto, también, como hemos referido antes, previo análisis del momento y lugar, y como está pasando en nuestra ciudad y todos podemos contemplar, previo contrato de alquiler, siendo el abrazador que nos ocupa una gran estructura metálica que a poco que usemos la imaginación nos trasporta a mundos ficticios en los cuales los mecanos cobran vida. Y sin vida, pero de pie, desde el pasado 24 de octubre, la plaza, o mejor dicho lo que de ella, se mantiene, es sujetado fuertemente por unos metálicos brazos que la envuelven y protegen por el módico precios de 500 euros al día, singular abrazo de dudosa financiación. Hasta el día de hoy el montante de tan apasionada muestra de afecto nos habrá costado a todos los Villeneros 37.500 euros y subiendo. Una bagatela dirán algunos al compararlo con el bien a recuperar, confiando, aquellos que todavía creen en milagros, que nos vendrán devuelto a todos en forma de panes y peces. Yo inclusive, no dudaré por el momento, en poder contemplar el providencial retorno a la vida de un muerto, que eso posiblemente sí lleguemos a verlo. Mi escepticismo alude al dudoso prodigio de que sea resucitado sin que nuestras arcas se vean afectadas en lo mas mínimo, tal y como rogó a modo de súplica el Molt Honorable a nuestra alcaldesa.

Posiblemente la que firma esta columna no disponga de la adecuada información al respecto, porque camino a tientas entre la ambigüedad que nos gobierna, pero el hecho de andar buscando financiación externa, a modo de vallas publicitarias que soporte este gasto, tiene dos variantes: o son conocedores de que desde Valencia para este fin nada se recibirá o, por el contrario, pretenden devolver lo recaudado, si Camps paga, para solucionar cuestiones que, mucho más importantes para el día a día, continúan en números rojos o pasadas por una guillotina presupuestaria que sesga su partida para pagar este abrazo, arrumaco que, o mucho me equivoco, o va a ser una muestra de afecto por sufragio popular obligatorio nos guste o no.

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