Apaga y vámonos

A modo de ejemplo

Cumplido el primer año de trabajo de un nuevo equipo de gobierno, es tradicional hacer balance, ya sea mediante reportajes, entrevistas o recopilaciones de noticias representativas de lo acontecido durante este tiempo. No obstante, las pequeñas cosas también sirven –en ocasiones más que las declaraciones grandilocuentes e interesadas– para hacerse una idea de con quién nos jugamos los cuartos. Y a modo de ejemplo, sirva mi experiencia personal como ciudadano y contribuyente para ilustrar –más allá de los problemas económicos– cómo funciona la coalición gobernante:
Servidor, junto a otros paisanos, tiene piso de milagro. El edificio en el que elegimos vivir se libró por los pelos del concurso de acreedores de la empresa promotora, pero aunque conseguimos escriturar a tiempo, quedaron en el aire diversas cuestiones que tres años después no han llegado a resolverse, como la concesión de la licencia municipal de primera ocupación, lo que entre otras cosas nos impide contratar el suministro de agua corriente y nos obliga a apañarnos con lo que vulgarmente se llama “agua de obra”, a pesar de que pagamos religiosamente el IBI como todo hijo de vecino. También tenemos la calle hecha un Cristo, llena de baches, socavones y literalmente sin acera, a pesar de que la promotora, como marca la ley, depositó como paso previo a la construcción una fianza en el Muy Ilustre destinada, ni más ni menos, que a solventar los posibles desperfectos ocasionados durante la construcción, como es el caso.

En su día se intentaron subsanar estos problemas, sin éxito, con el equipo de gobierno del PP, que no obstante recibió a los vecinos –María José Hernández fue la encargada de hacerlo–, escuchó sus quejas y se comprometió a estudiar posibles soluciones. Pasó el tiempo, cambió el equipo de gobierno y tras un tiempo prudencial decidimos retomar nuestras reivindicaciones, en primera instancia de modo personal, hablando directamente con el alcalde, Francisco Javier Esquembre, tanto el presidente de la Comunidad de Vecinos como este que les escribe. En mi caso, el alcalde se comprometió a transmitir nuestras demandas –básicamente queremos saber por qué no se nos concede la pertinente licencia y, en su caso, qué tenemos que hacer para conseguirla– al departamento oportuno –que imagino que será el de Urbanismo o el de Obras, es decir, el de Carlos Beltrán o el de Juan Richart, nuestros tenientes de alcalde– para facilitarnos una respuesta. Varias semanas después coincidí otra vez con Esquembre, que había “olvidado” nuestra conversación. Y para evitar que volviera a suceder, convinimos, a propuesta del alcalde, presentar de manera oficial un escrito en el Registro Municipal con nuestras dudas y reclamaciones, para así evitar nuevos olvidos.

Dicho escrito fue registrado con cuño y sello y con fecha de entrada 7 de febrero de 2012. Y cuando escribo estas líneas, el lunes 18 de junio, más de 4 meses después, todavía no ha sido respondido. De hecho, ni siquiera se ha recibido un triste acuse de recibo, tres líneas que digan “Estamos estudiando vuestro caso. Ya os responderemos”. La nada más absoluta, a pesar de que la legislación vigente obliga a la administración a responder –aunque sea negativamente– a los requerimientos de los ciudadanos.

Decía el alcalde, en la extensa entrevista publicada por El Periódico de Villena la semana pasada, que ante la falta de dinero que sufre nuestro ayuntamiento cuestiones como “la escucha a la ciudadanía” se convertían en algo primordial. Y ante esto, yo no puedo más que esgrimir una mueca a mitad de camino entre la incredulidad y el estupor. Escuchar a los ciudadanos, dicen. Hay que joderse.

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