Escena 1
- Buenos días, Avelino.
- Buenos y fríos, señor alcalde.
- Pues parece que Filomena se va a quedar unos días más con nosotros.
- Eso dijeron anoche, en el noticiario…
- Esperemos que amaine pronto.
- Buenos días, señores. Permitan que les moleste pero, ¿no les cansa empezar siempre de la misma forma los capítulos?
- ¡Hombre, don David! ¡Feliz año nuevo!
- Igualmente, Avelino.
- Oye, que nosotros empezamos y hacemos lo que tú escribes. ¡No nos culpes de tus movidas!
- No, no… es que verán: creo que empezar un capítulo que puede ser una bomba de relojería con una conversación baladí, pues… como que no lo veo.
- Y, ¿cómo sugiere usted que lo empecemos?
- Mire, Avelino, este martes doce de enero, san Arcadio (felicidades, papa), hizo 86 años que murió mi tía Josefa.
- Lo lamento, pero tengo un montón de cosas en la alcaldía y…
- Realmente no tienes nada que no pueda esperar (guiño). Confía en mí, alcalde.
- Bueno, el que paga, manda.
- Pues eso. Lo primero es felicitarles por un buen inicio de capítulo. Lo segundo…
Escena 2
… es hacer justicia a una figura de esa masa informe, que está formada por los que no tenemos dónde caernos muertos. Pero primero, pónganse cómodos. ¿Les parece bien un fondo negro con un sofá de los años 30? Lo cierto es que dudo que mi tía se hubiera sentado nunca en uno como éste… era socialista y humilde… más pobre de lo que era menester, la verdad, aunque tenía otra forma de riqueza: una mente brillantísima y un alma que ya la quisiera Pío XI, que por aquellos años era el papa que pesaba sobre La Tierra.
Una de las cosas de las que ella se quejaba era de esto mismo, de los papas que han pesado, pesan y pesarán en una tierra que nunca han trabajado, pero esto os lo cuento más adelante. La diferencia que marcaba con el resto de ciudadanos de este tiempo fue, sin duda, su compromiso firme de intentar cambiar las cosas y, aunque los avances que consiguió no fueron muy dulces, dio a conocer sus ideales de una manera clara y meridiana: hay que reconocer que era una tía valiente.
- No dudo que lo fuera…
- Ni yo. La verdad es que no sé mucho sobre ella… lo poco que hemos hablado mi padre y yo. Él nació un año y medio después de que ella muriera, así que la conoce de oídas y eso…
- ¿Eran muchos hermanos?
- Mi padre era el décimo hijo de nueve partos (merguizo con mi tío Paco).
- ¡Ostras, tu abuelo! Se ve que era fogoso, el hombre…
- Pero creo que mi abuela no llegó a juntar más de seis hijos a un tiempo. Se le iban muriendo por diferentes motivos, pero eso es otra cuestión.
- ¡Oh! Disculpe mi curiosidad.
- Disculpado queda, Avelino. Retomo. Resulta que mi tía Josefa nació (más o menos) en el año de 1912 y, por lo que sé, la vida de la gente que vivía por aquí era un poco mierder: hambre, trabajo precario, paro, insalubridad y todas esas pulgas que anidan en casa humilde, por no decir pobre. No me digan cómo, pudo recibir educación religiosa, imagino que en contra de la opinión de mi abuelo, que era socialista practicante, aunque eso, señor alcalde, también sea harina de otro costal. El caso es que no iría mucho a clases, debido a su condición social. ¿Saben? Creo que se han perdido muchos talentos por nuestro endiablado sistema político.
- Indudablemente…
- Ya les digo que desconozco su instrucción, pero puedo atestiguar que tiene cierta gracia en la expresión y una ortografía bastante aceptable, dadas las circunstancias que rodeaban a las mujeres (y a la mayoría de hombres) de aquella época. De ella se conservan algunos artículos en el periódico local Acción Social, hacia 1933, que pueden buscar, encontrar y descargar en Google.
- ¡Menuda chapa nos estás pegando! ¡Si hicieran fútbol y me gustase, seguro que llegaba cuando se hubiera terminado!
- ¡A que te hago hincha del Atleti!
- ¡No te atreverás!
- ¿Que no?
- Señores, señores. Hagan el favor de comportarse. Por favor, prosiga con la historia de su tía Josefa…
- Eso, a ver si vamos acabando…
- ¿A que te…?
- ¡Señores!
- Hombre, ya que me ha tocado ser el contrapunto en el capítulo, ¡déjame que te moleste!
- Siga, siga.
Escena 3
- ¡Vale! En esos dos artículos, atajaba con nitidez problemas que, aún a día de hoy, siguen siendo piedras en la mochila de la gente de a pie, tales como las desigualdades sociales (y la cito textualmente: “[…] ¿por qué siendo iguales al nacer, a los pocos minutos, eras tú superior a mí? ¿Qué producto habías dado en ese momento? ¿Qué producto has dado en toda tu vida?”), o un anticlericalismo militante y lógicamente expuesto. Luchó vehementemente contra el mismo capitalismo que nos ha subido la factura de la luz un 27%, en invierno y en mitad de una jodida pandemia selectiva, que mantiene nuestros domicilios cerrados y los centros comerciales abiertos.
- ¿Te vas a alinear con Miguel Bosé ahora?
- No, voy a terminar este capítulo como merece: reivindicando la figura de los héroes subyacentes, llámense Josefa Conejero Ugeda o Gala Ferrándiz. Que, por mucho que sepamos que Don Juan de Austria lo petó en Lepanto, sin la multitud de pringaos que lucharon por su causa, no sería NADIE. Esta es nuestra Historia Subyacente y creo que, de vez en cuando, hay que pegarle un repaso, reivindicarla y aprender de ella. He de decir, para terminar, que de su muerte también sé poco: que apenas tenía veintitrés años y que murió el doce de enero de mil novecientos treinta y cinco, san Arcadio.