Apaga y vámonos

Acuse de recibo

Con el aluvión de noticias y opiniones sobre la gravísima situación del ayuntamiento, me voy a tomar la libertad de hablar de otra cosa. Además, mi postura al respecto se puede resumir en un párrafo, liberando así el espacio para otros menesteres: Me parece una vergüenza lo que están haciendo todos, unos y otros, así que lo mejor que pueden hacer es marcharse a su casa, arreglar sus problemas y, cuando estén en disposición de gobernar con seriedad, que se vuelvan a presentar a unas elecciones. Todo lo demás me sobra. Amén.
Dicho lo cual, voy a acusar recibo del escrito que me dirige (véanse las Noticias Relacionadas) D. Francisco Micó Hernández, Presidente de la Asociación de Vecinos del Carril, cuyas líneas me han hecho reflexionar hasta el punto de que voy a reescribir mi última columna, aquella de la paletada, para satisfacción de mi amable interlocutor. Vaya por delante, eso sí, que no asistí a Catequesis el día que explicaron aquello de poner la otra mejilla. Nadie es perfecto, qué le vamos a hacer.

Estoy que no quepo en mí de gozo, señora, emocionado hasta las cachas al sentirme en cuerpo y alma integrante del barrio del Carril, impresionante icono histórico-arquitectónico en el que basta un breve paseo por sus bellísimas calles para que la piel se ponga de gallina y los pelos como escarpias. Su nobleza, su tronío, su duende único e irrepetible –¡ríndete, Triana!– lo convierten en crisol de las más nobles esencias villeneras, cuna de las más altas expresiones de la cultura y el arte local, de sus más preclaros intelectuales, de sus más arraigadas costumbres. Verdadero origen y patria de la ciudad moderna al tiempo que vanguardia de su asociacionismo, como prueba su ancestral vinculación con los movimientos vecinales y los miles de asociados a la causa, siempre dispuestos a trabajar, colaborar y echar un cable cuando se les necesita, e incluso cuando no, porque la entrega y desapego de sus gentes para con su Asociación es digna de figurar en la Enciclopedia Británica bordada en letras de oro.

¿Y qué decir de sus fiestas? Esa Semana Cultural que Villena entera aguarda con ansia año tras año, abarrotando hasta la bandera, llueva o truene, los recintos acogedores de cualquier escenificación, auténtico Olimpo de los Dioses en la tierra, pues es el Pabellón Festero y no ningún otro lugar la morada por Ellos elegida cuando se dignan a visitar a los hijos de su Creación. Esa imperturbable Banda de Cornetas y Tambores, cuyos marciales y acompasados pasos resuenan con rotundidad en los amaneceres de junio mientras convierten en néctar y miel lo que en cualquier otro caso sólo es ruido, arrancando a sus instrumentos sagrados la melodía de los elegidos, la perfección de su armonía, un deleite para los sentidos capaz de provocar orgasmos sin fin a los afortunados vecinos del barrio, que desean fervientemente ser despertados con la dulzura de unos acordes que sólo pueden compararse en belleza e intensidad a las caricias de las huríes, aquellas jóvenes vírgenes del Paraíso que soñó Mahoma, sin duda alguna inspirado en la calle Zarralamala y adyacentes.

Es por todo ello que presento mis más sinceras disculpas a don Francisco y demás afectados, admitiendo mi error y considerándome merecedor del mayor de los castigos, el destierro, que estoy dispuesto a acatar con valentía y honor. Eso sí, quiera Dios que no me manden al Rabal, La Constancia, La Morenica, Las Cruces, Las Virtudes o el parque de la Banda de Música, auténticos estercoleros en comparación con ese Jardín del Edén que ha crecido junto a la vía.

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