El Diván de Juan José Torres

Agujeros en las calles y caídas

El lunes día seis de julio, sobre las diez y cuarto de la mañana, un hombre de ochenta y nueve años empujaba la silla de ruedas donde estaba acomodada su mujer y camino de la parada del autobús que transporta a los enfermos de alzheimer a su correspondiente centro. El anciano señor, el principal cuidador de su señora enferma, no reparó en un hueco que presumiblemente será ubicación de un árbol y allí se colaron las ruedas, saliendo la mujer lanzada por el impulso y cayendo de bruces contra el suelo. Los hechos ocurrieron en la Avda. de la Constitución y al lado de la pirámide.
La desesperación de mi suegro de toda la vida y la angustia de mi suegra de siempre, con la cara hecha un mapa, eran un poema. Sustos, carreras, prisas, centro integrado, radiografías y la mañana perdida. Una situación que podría haberse evitado sencillamente si el dichoso hueco hubiese estado señalizado y vallado por la empresa que acomete las obras de reparación. Ayer siete de julio, sobre las cuatro de la tarde, pasé por el lugar y ya estaba acotado el lugar del crimen.

La población española y por ende la villenense es cada vez más vieja, afortunadamente, porque la esperanza de vida es más longeva. Personas con andadores, con garrotes, con muletas o en sillas de ruedas son encontradas en cualquier esquina y caminando por las calles y corresponde al ayuntamiento, a sus brigadas de obras o a las empresas que adjudican las contratas respectivas, velar por la mayor seguridad posible de los viandantes.

Es necesaria una Villena que se ajuste a un buen programa de accesibilidad, asunto éste que lleva peleando AMIF con su presidente a la cabeza, el entrañable Toni Ruescas, desde hace muchos años. No se trata de facilitar sólo el acceso de los discapacitados físicos en el normal tránsito callejero, es conveniente además eliminar cualquier cosa en la vía pública que pueda ocasionar una desgracia personal, y para éste cometido está nuestra propia administración local, para vigilar y luego reparar, reponer, arreglar y todo lo que haga falta para cuidar la salud de sus ciudadanos.

Últimamente, no sé si será casualidad, he visto a personas mayores lisiadas en la cara, con fracturas óseas o con desagradables esguinces por caídas en las calles que siempre son evitables. Y no sólo personas mayores, gente joven, incluso niños, lastimados por un mal paso en un traicionero desnivel o por un resbalón en las trampas de los pasos de cebra cuando llueve.

He fotografiado y colgado en este artículo un botón de muestra: observen el hueco en esta calzada, situada en la calle Maestro Chanzá, al lado de un estanco y a la salida de una finca de viviendas ocupada, en su mayor parte, por personas mayores. Personas que no tienen los reflejos suficientes, que han perdido visión, que necesitan apoyos para andar y que no tienen por qué meter el pie, con tan mala pata, que acaben doloridos y tendidos en el suelo. Por este lugar caminan por el día centenares de personas y en horas diurnas si es detectado puede evitarse el sofocón; pero pasen ustedes por la noche y comprobarán que la visión es totalmente distinta y con más posibilidades de sucumbir en el intento. Lleva así ya un tiempo y siempre que vengo por aquí, que es todos los días, me pregunto por qué narices no se ha solucionado.

Puedo entender que no se reparan las cosas si no hay denuncias previas, pero yo pienso al revés; es mejor arreglar antes para no da lugar a la denuncia. Y no estamos hablando de un camino rural, sino de una calle céntrica y bastante concurrida.

Pensarán ustedes que lo que tengo que hacer es rellenar un impreso oficial y elevar una solicitud a la Junta Local de Gobierno o a la concejalía de Obras con sello de entrada para que conste públicamente mi denuncia. No lo voy a hacer, entre otras cosas porque me haría perder toda la mañana y recibiría contestación, si la recibo, en un plazo superior a treinta días. Sé que otras propuestas o preguntas no han sido contestadas jamás y no quiero perder el tiempo en laberintos burocráticos.

Estoy convencido que con esta revolución de Internet y las Redes Sociales las quejas llegan antes y son más efectivas. O por lo menos eso espero. Si no fuera así iría a Cita a entregar mis quejas acompañado, esperemos todos que no, de algún familiar o vecino decorado con una flamante escayola o recién operado de cadera.

Enga, que no se caiga nadie, por favor.

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