Apaga y vámonos

¿Alumnos o clientes? ¿Colegios o empresas?

De un tiempo a esta parte, estamos asistiendo a un importante aumento de la actividad “promocional” por parte de muchos centros de enseñanza, que mostrando su mejor cara intentan por todos los medios conseguir la entrada de nuevos alumnos cada vez que se abre un periodo de matriculación.
Jornadas de puertas abiertas en las que los centros muestran todo su potencial, presumiendo de últimas tecnologías y nuevas metodologías de trabajo, del entorno en que se ubican (el que pueda presumir de ello), de modalidades de apoyo a aquellos estudiantes que lo necesitan, etc. Actividades extraescolares que no hace tanto quedaban reducidas al “consumo interno” y que ahora se promocionan ante toda la ciudadanía, intentando atraer visitantes a la escuela y anunciadas con la intención de ofrecer una imagen dinámica y comprometida del centro en cuestión… Hasta he tenido conocimiento de que en algunos casos se han constituido “comités de crisis” y calculadora y plano en mano se diseñan estrategias para buscar el mejor modo de promocionar un colegio frente al resto, delimitando por barrios la ubicación de los potenciales usuarios y recurriendo a modernas técnicas de marketing y comunicación para transmitir el mensaje del modo más apropiado y efectivo posible.

Qué duda cabe que los recortes pasados, presentes y futuros están poniendo en tela de juicio la continuidad del sistema educativo tal y como lo hemos conocido durante los últimos años –en Villena se ha salvado in extremis la supresión de una línea de educación Infantil para el próximo curso, pero nada ni nadie garantiza que no veamos su desaparición en dos o tres años–, un sistema que, además de por la crisis económica y, en el caso de la Comunidad Valenciana, la nefasta gestión de los recursos públicos, es consciente desde hace años de la existencia de una bomba de relojería que antes o después acabará estallando: la demografía no engaña, y cada año hay menos niños por escolarizar.

Por ello, y de un modo totalmente comprensible, cada centro y su correspondiente comunidad escolar –dirección, profesorado, padres…– está intentando garantizar su futuro, que indudablemente pasa por seguir contando con los alumnos necesarios para demostrar que tanto el colegio como todos los servicios que presta son totalmente necesarios en un barrio o una ciudad concreta. Nada que objetar a ello, todo lo contrario, y aunque me gustaría proponer soluciones que fueran del agrado de todos y sirvieran para resolver el problema, hasta el momento me declaro incapaz de encontrarlas, porque entiendo que, cifras de natalidad en mano, el éxito de un colegio en su campaña de captación significará automáticamente que otro centro estará en graves problemas.

En cualquier caso, y por mucho que lo comprenda, qué quieren que les diga. Cuando veo que las direcciones de los centros se convierten en departamentos de marketing, y que los profesores dedican parte de su tiempo a quedar bien, resultar simpáticos y lograr clientes como un comercial de cualquier otro sector profesional, un extraño escalofrío acaba recorriéndome la espalda…

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