De recuerdos y lunas

Aniversario

Si no me falla la memoria, serán, este día veintinueve, día de San Pedro, once años. No me arrepiento. Soy feliz. Y se me hace difícil, pasado el tiempo y tantas cosas, hacer inventario de lo vivido juntos desde entonces, porque no son cosas, tantas cosas las compartidas en más de un decenio, de contabilidad cerrada. Porque no son, las experiencias vividas, experiencias para arquear con precisión en mallas rectilíneas de contaduría. Y menos aquellas que afectan a los sentimientos porque... ¿Dónde ponemos lo gris que es tristeza o dónde aquello que dividido en la vida deja un sabor agridulce? Las penas no siempre caben donde Debe. Pero... Si ni siquiera lo que podemos contar señalando con el dedo –una y dos y tres...– o contando con los mismos dedos, son cosas determinadas.

Por ejemplo, si contamos descendencia, no creo, ni quiero, que dos sean sólo dos y final. Porque quiero que, como siempre, dos sean horizonte abierto de gentes. Quiero que Teresa y Carmen, como desde que nacieron nos hagan mirar el horizonte. ¿Y si contamos viajes?... O pérdidas. Aquí sí que duele más porque todo lo que nos trae la felicidad nos hubiera gustado compartirlo con aquellos que quisimos siempre a nuestro lado. Por eso tiene sentido la memoria. Porque siendo imposible traspasar físicamente las fronteras del tiempo y de la muerte no cabe sino decir los nombres y decir, para perpetuar los gestos domésticos y atraer la presencia de los lares, tantos "si estuviera aquí..."

¿Y coches?... ¿Te acuerdas cuando nos robaron el coche rojo? ¡Qué desastre! ¡Hasta se había quedado tu bolso dentro! Y una llave inglesa y un martillo sin manual de instrucciones que yo tenía como total de caja de herramientas correspondiente con mi impericia para el bricolaje. Si bien, más que robo, fue un servicio casi puerta a puerta. Nos lo robaron en El Campello donde la brisa, y lo dejaron después de una semana y mil kilómetros en Dolores donde tu infancia de piedras y palmeras, cerca de Orihuela. Pero contemos, ahora sí, viajes: el Loira, París, Bretaña, Normandía, Túnez, Morella y Els Ports, Costa de la Muerte, Oporto, Las Majadas en Cuenca, Soria, Zamora, Menorca, el Pirineo en Huesca y en Navarra, Tarragona, Mallorca, Extremadura, Sevilla, Santander, Madrid, Albarracín, Lugo, Córdoba, Granada... Aquí, y lo digo en desorden según vienen a mi cabeza las geografías, sí que me han vencido y convencido tus inquietudes de trotamundo en estos once años que creo que son. Porque sabiéndome perezoso para los bagajes que son impedimenta, y para los preparativos, me has puesto en ruta ya muchas veces casi sin preguntar. Carretera y manta. Y carretera y... ¡Cuántos rincones hermosos en los que nos ha apetecido vivir para siempre, para siempre vivir! Acuérdate de aquel barecito de Lires, por ejemplo, donde viendo el mar y tomando unas cervezas, los delfines se capuzaban rompiendo la plata de la superficie. O en Es Grau, aquella playa y aquella terraza de chiringuito donde se dormía el tiempo y todos los azules de luz. O...

Si no me falla la memoria, once años son ya. Y lo mismo parecen eternidad que instante. Y no sé cómo nos irá de aquí en adelante. Me da miedo decir que firmaría por repetir. Porque repetir es aburrido. Lo único que quiero es que dentro de once años, si no me falla la memoria, pueda escribir con la placidez y con la satisfacción que hoy escribo y con un inventario de paisajes compartidos aún más amplio. Esto mientras espero que el día despierte oyendo vuestros sueños. Porque os quiero. Porque te quiero.

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