Estación de Cercanías

Apesta

Villena apesta, y no es un decir ni la descripción a modo poético o figurado del asunto. Apesta literalmente. Es asqueroso tener que respirar fuera de cualquier habitáculo a cubierto ese aroma a podrido que nos regala nuestro aire, ese agror repulsivo con el que nos levantamos mañana sí mañana también. Nuestro ambiente está cuajado de unas malolientes partículas que impregnan con su insoportable olor nuestra ropa y llegan hasta el estómago revolviéndolo sin compasión.
Dicen los que saben del tema que el problema está en unos lodos que, procedentes de distintas plantas de reciclaje, se dejaron a descubierto en ciertos terrenos pendientes de ser abonados –cuando la normativa marca su inmediato enterramiento–, y ello, ayudado por el viento que ha soplado estos días, ha sido el motivo de este ambientador con olor a muerto con el que perfumaron Villena la semana pasada. ¡Tiene gracia!, como si el tema de los malos olores fuese algo nuevo. ¿Que ustedes dicen que es de abonos no sepultados a su debido tiempo? Pues seguramente lo fuesen la semana pasada. ¿Y esta y la anterior desde dónde nos llegaba tan repulsivo aroma? ¿Tendrá alguien que responder por ello?

Con el debido respeto que me inspira la opinión técnica de los expertos en pestilencias municipales, y admitiendo que no soy una persona docta en materias orgánicas o agrarias, más bien todo lo contrario, voy que expresar mi opinión al respecto desde las nauseas, también literales, que me ha generado salir a mis asuntos laborales esta mañana de lunes.

El miasma que nos regala el ambiente deja pocas dudas: aquí huele a muerto, a materia en descomposición y a podredumbre. Situación ésta que me lleva a pensar que tal vez, y a pesar de los lodos, el tufo emane directamente desde nuestro suelo, desde las entrañas de la tierra sobre la que nos asentamos, para advertirnos de que en nuestra localidad hay cuestiones como pueden ser el ocio, la diversión, la diversidad de ambientes y de comercios… que ya han caducado en su fecha.

La imprescindible práctica del uso y disfrute del tiempo libre en compañía de familia y amigos comienza a presentar signos de descomposición al límite de lo irrecuperable. Señales de lo que, si no se toman medidas sanadoras de inmediato, puede tener consecuencias irreparables. Un sector de población que oscila entre los 10 (todavía les queda el Juvenil) y los 50 años (¿se acuerdan de la peña “Los Duendes”?), caminamos por encima del fango oscuro que presenta esta cuestión, arrastrando la condena del “¿Dónde vamos hoy?” o del “¿Dónde irán?” día tras día. Villena nos empuja a salir de ella para poder disfrutar de una tarde de cine, de visitar comercios con marcas de moda, o simplemente para conocer ambientes diversos con un horario de cierre más acorde con los tiempos actuales que sirvan de catalizador de nuevas relaciones y amistades.

Les pido encarecidamente a los que tenga en sus manos la medicina reparadora que permita su embalsamamiento, que no lo duden y tomen soluciones inmediatas. La gente va a la gente, y hoy son unos cuantos, mañana unos cuantos más, y cuando nos demos cuenta seremos una ciudad dormitorio que ha sido incapaz de retener a sus hijos en sus calles, en sus casas. Y para entonces, ni el parking, ni el balneario, ni el centro de ocio serán necesarios, porque definitivamente nuestras posibilidades como ciudad viva habrán muerto. Oigan, mejor dicho huelan, las señales que nos llegan. Los poros de la tierra no engañan. Sin gentes ilusionadas por su ciudad nuestras esperanzas de crecer habrán muerto. Quien sabe si sepultadas por una plaza de toros.

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