Escena 1
Que las auroras boreales que nos han visitado este año son un fenómeno debido al incremento de actividad solar, con una tormenta de categoría entre G4 y G5, no me corresponde a mí explicarlo porque, siendo honestos, no tengo una idea clara de «qué es lo que es». Además, es una información que usted, estimado lector, puede encontrar en el imprescindible ladrillito de cristal que todos llevamos en el bolsillo.
Para mí, como para cualquier paisano, una tormenta de categoría entre G4 y G5 debe estar a medio camino entre la G1, que debe ser inocua, y la G10, que lo debe hacer tó polvo. Siendo honesto, no tengo ni idea del baremo que se utiliza en estas cosas. Siendo honesto, me parece ciencia-ficción (desde la más absoluta admiración a los profesionales que estudian todos estos acontecimientos).
La mayoría de nosotros, frente a un tutorial de Youtube que explique con seriedad el por qué de estas movidas, habrá desconectado su atención entre el segundo setenta y el noventa, cuando la cosa se pone exigente. A partir del minuto siete, nuestra vejiga nos reclama y procedemos al autoengaño de darle a «guardar para ver más tarde». Más tarde es demasiado tarde. En unos meses nos preguntaremos por qué diantre lo guardamos.
Bueno, volvamos al tema, que estamos procrastinando y no quiero que nadie desconecte. Decía, o iba a decir, que la llegada de ciertos acontecimientos celestes puede llegar a afectar de diferentes formas al humano medio, bien con rachas de mala suerte, de euforia, de búsqueda de bronca, etcétera, etcétera.
Esto en Noruega no pasa: allí tienen el culo pelao de ver auroras boreales. «¡Jakob, mira! ¡Una aurora boreal!»; «¡Ah, vale! ¡Ya que estás en la cocina, sácate el brunost, porfi!». No, en Noruega no pasa. Pero esto no es Noruega. Aquí estamos acostumbrados a tomar el sol en Benidorm, a la paella de los domingos y a hacer trampas al dominó.
Perdone de nuevo: he vuelto a procrastinar y, a estas alturas, usted se puede estar preguntando si va a encontrarse con algo coherente en este capítulo. Mi intención es que así sea, pero no le prometo nada.
Así pues, sin más preámbulos, como si de la mismísima Caravana de Hombres-Fenómeno Viuda de Pérez-Onrubia se tratase, paso a presentarles ciertas reacciones provocadas por el paso del cometa del siglo y las auroras boreales que han tenido a bien dejarse ver por estas latitudes. Sean felices y no olviden supervitaminarse y mineralizarse.
Escena 2: Andrés y Gabriela
- ¡Cuchi-cuchi, cuando lleguemos ya habrá acabado!
- ¡Ayúdame a meterme estos dichosos pantalones!
- ¿Pantalones de nieve?
- ¿No vamos a ver una aurora boreal?
- Sí.
- ¡Pues debe hacer un frío del carajo!
- … Andrés, ¿sabes que no estamos en Noruega, verdad?
- …
- ¡Vas a coger el sarampión con tanta ropa!
- ¿Y si paso frío?
- Hace muy buena noche, no tienes que preocuparte.
- ¡Eso me lo dices porque llevas el abrigo de pieles siempre!
- Amor, quítate esos pantalones y déjate solo un par de calcetines, anda.
- ¿Me llevo las gafas de sol polarizadas?
- … ¿Para ver una aurora boreal? …
- Sí.
- …
- ¿No?
- ¿Te hace mucha ilusión llevarlas?
- ¿No?
- …
- …
- Vístete normal, que al final no vamos a ver nada de nada.
- ¡En un pispás!
Escena 3: Los comentaristas globales
- ¡Esto tiene un peligro potencial tremebundo! ¡Podría cargarse los aparatos eléctricos, de comunicaciones y hasta militares!
- Seguro que las ha puesto Pedro Sánchez para magnetizar a los que no pensamos como él. ¡Por eso son rojas!
- ¿Y si fuesen verdes, te quejarías también por si las han puesto los antitaurinos?
- ¡Por supuesto! Todo el que no esté a favor de su patria, está en contra.
- ¿Qué estás diciendo, Mattao?
- ¡Que todos los rojos sois unos venezolanos!
- ¡Y tú un reaccionario!
- ¡Venezolanovenezolanovenezolanovenezolanovenezolanovenezolano!
- ¿Estás diciendo zolavenone?
- No, estoy diciendo zolanovene.
- ¡Joer, no se te escapa ni una!
- ¡Yeah!
Escena 4: Sira y el alcalde
- ¡Guaaaauuuuu! ¡Es un espectáculo maravilloso!
- ¡Me siento muy afortunado de poder haber vivido estos momentos aquí, contigo!
- Gracias, mi amor. Para mí también es muy importante,
- Nos han pasado muchas cosas apasionantes.
- ¿Recuerdas aquella tormenta en el castillo de Campo de Mirra?
- ¡Sí! ¡Las fuerzas de la Naturaleza desencadenadas sólo para nosotros!
- Fue muy especial haberlo vivido contigo. Fue hermoso.
- Mucho, pero no tanto como tú.
Escena 5: Efraín y Manocuero
- ¡Efraín, ponme otro J&B con Cocacola y una ración de magro!
- Estamos ya por serrar, señor Manocuero.
- ¿Cerrar? ¡Amosnomejodas! ¿Tienes algo mejor que hacer que satisfacer a tu mejor cliente?
- Le había prometido a mi hijito Bryan Alberto que lo iba a llevar a ver el cometa. Es un niño muy despierto. De mayor quiere ser sientífico especialisado en magneto-hidrodinámica y…
- Efraín, en el tiempo que has usado para explicarme esa sarta de tonterías sobre tu hijo, podrías haber metido el magro en el microondas y haberme preparao el cubata.
- Ya se lo pongo, señor Manocuero.
- ¡Ya estás tardando!
- ¿Le importa que, mientras usted apura su consumisión, vaya fregando el piso del local?
- No me entra en la cabeza cómo, fregando tanto como friegas, haya más mierda en el suelo que en el rabo de un oso.
- La clientela del bar lo pone todo perdido…
- ¿Pero cómo puedes ser tan desagradecido? ¡La clientela te da de comer! ¡Sin ella, todavía andarías en taparrabos por el Orinoco!
- No es desagradesimiento, señor Manocuero…
- Anda, pon también unas bravas y unas gambas al ajillo, que tus gilipolleces me han dao hambre.
- Es que ya serramos cosina, señor…
- ¿Y a mí qué me estás contando?
- No le vamos a poder preparar las gamb…
- ¡Pero vamos a ver! ¿Tú no has oído eso de que el cliente siempre tiene la razón? ¡Pues andando!
- Es que quedé con mi hijito para…
- ¡A mí no me vengas con excusas! ¡Márchame el magro, las bravas y las gambas al ajillo y me las apuntas a mi cuenta! ¡Y no le llenes la cabeza de tontás a tu pobre hijo, que al final lo vas a volver maricón!
- Como usted diga, señor Manocuero.
Escena 6: Aurora y Avelino
- ¡Qué bonito! ¡Todo el cielo se ha vuelto rojo!
- Es… indescriptible. Tremendamente conmovedor.
- ¡Mira cómo baila, Avelino! Parece que lo haga solo para nosotros.
- Lo hace solo para ti, mi aurora boreal.