El Volapié

Banalidades

Además de impedir por todos los medios que en Villena pueda existir siquiera la remota posibilidad de organizar una corrida de toros, los adalides de la ética y la moral se han propuesto que tampoco se pueda hablar de ello, dado que existen males y problemas realmente serios como para que perdamos el tiempo con minucias sin importancia.
Si situamos sobre la escala del pánico el impacto que tienen asuntos como el hambre, la guerra, el saqueo del erario público o la Semana de la Movilidad, está claro que la tauromaquia quedaría muchos niveles por debajo de estos. Evidentemente, y ya lo decía Gandhi, que nada de lo que yo haga tendrá importancia, pero es importante que lo haga.

El animalismo es una forma de escepticismo ético de la posmodernidad que preconiza la relevancia ética de los animales, enarbolando las banderas de la ética y la moral, sin la aceptación de que nadie de fuera pueda pretender acercarse a ellas porque las consideran exclusivas e intransferibles.

El aficionado a la tauromaquia particularmente sufre de la intolerancia, el acoso y la violencia antitaurina –casi siempre verbal y excepcionalmente también física, aunque en Villena todavía no se haya llegado a este extremo–, y en ningún caso esto supone cortapisa alguna para los fines del animalismo. Hablamos en este último párrafo sólo del animalismo fanático, según el cual nada puede anteponerse al bienestar de los animales no humanos aunque la consecución de tal principio involucre primeramente la censura, la intolerancia y las prohibiciones, pudiendo llegar a actos de coacción y violencia contra seres humanos.

Aquí no se trata ni de la arena, ni de la barrera, ni de que haya gente buscando comida en las basuras, ni de nos estemos saturando de la ídem. Se trata de libertad.

Si los que no quieren que se hable de toros sólo son capaces de ver una carnicería en todo lo que engloba a la Tauromaquia, deberían ser coherentes y ampliar su campaña contra todo aquello que suponga el derrame de sangre animal, como mataderos y ritos religiosos. Por ejemplo y dicho sea como sugerencia. Mientras tanto deberían tolerar –aunque con dolor de corazón– que quienes consideramos que la Tauromaquia es arte y cultura, podamos acceder a ella en libertad porque en ocasiones todos tragamos sapos desagradables –con dolor de corazón– porque en este mundo existen muchas tendencias.

Tengo la suerte de ir a los toros tantas veces como puedo y me apetece, hay corridas a las que sólo asisto por motivos de trabajo y a las que nunca iría como aficionado porque son un timo, y el hecho de que aquí se celebre un festejo o ninguno es intrascendente tanto para el Planeta de los Toros como para mi deleite como aficionado. Intrascendente desde el punto de vista taurino, pero de máxima importancia desde la óptica del veto y la discriminación de una actividad que una parte de la población no soporta y a otra le apasiona.

Nada de lo que yo escriba tendrá importancia, pero es importante que lo escriba.

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