Entrante: Bits de espinaca en crujiente de maíz.
Iniciar un nuevo curso es como las colecciones de septiembre: compras el primer fascículo con ilusión y pronto te das cuenta de que va a costar acabarlo más de lo que pensabas, en el hipotético caso de que lo acabes.
Y así, los propósitos se van diluyendo con el final del verano y la entrada del otoño. La vuelta al cole se atraganta.
Primer plato: Crema de boniato con pistachos y uva.
Son casi las tres y media de la tarde y el edificio está desierto. Avelino espera a que el alcalde baje de su despacho. Lo tiene todo dispuesto para cerrar en cuanto sea posible, pero aguarda sin desesperar. Se escuchan unos pasos que bajan con ligereza la escalera principal.
–Siento mucho no haber acabado antes, Avelino. Le ayudo a cerrar y, si quiere, vamos juntos hasta “El Rojo”.
–No se preocupe, que estas cosas son comprensibles. Además, para comer tengo caldo. Se calienta un poco y listo.
–¡Oh! ¡Vaya suerte tiene! Yo me prepararé una ensalada rápida y socorrida.
–Tiene que comer bien, que la responsabilidad y los disgustos desgastan.
–El problema es que no tengo ni idea de cocina, Avelino. No sé hacer ni un huevo cocido.
–Eso tiene remedio: en el Mercado Municipal van a empezar unos cursos de cocina fácil. Además son de fin de semana.
–¡Oh! Me da un poco de corte, la verdad.
–Aurora nos ha apuntado a la niña y a mí. A Anna para que aprenda a desenvolverse y a mí, según dice, para que tome nuevas ideas.
–¿Tiene usted habilidad con los fogones?
–No se me da mal, pero cosas tradicionales: triguico, gachamiga, zarangollo, pelotas de relleno y esas cosas.
–¡Qué envidia! A mí se me ocurren mezclas de sabores que creo que pueden funcionar, pero soy un negado.
–No le creo. Seguro que tiene usted buena mano. ¡Anímese, hombre! Estará Anna y, seguramente, su amiga Elisa.
–No le prometo nada, Avelino. Me subo por esta esquina. Tenga usted muy buen provecho.
–Hasta mañana, señor alcalde.
Segundo plato: Medallón de aguacate y setas variadas con crujiente de cebolla, sobre lecho de rúcula
El frío acero de una larga mesa de cocina industrial sirve de apoyo a los diez dedos de Avelino, que observa entusiasmado la gran cantidad de utensilios (la mayoría de ellos desconocidos para él) que componen el mobiliario del aula de cocina del Mercado Municipal.
Las plazas del curso han sido cubiertas en su totalidad, aunque todavía no han llegado todos los inscritos. A su espalda, tras una mesa idéntica a la que tiene delante, Anna ata el delantal a Elisa entre pequeñas bromas divertidas.
Se puede ver, por las grandes cristaleras que sirven de pared lateral, cómo Toñi Mullor, la joven presidenta de la asociación, charla afablemente con Mimi García, la conocidísima chef que va a impartir la jornada de hoy y que cuyo restaurante, El Dim, como todos saben, posee una de las preciadas Estrellas Michelín.
Los participantes siguen acudiendo.
–Avelino, ¿me puede echar una mano con el delantal?
–¡Hombre, señor Alcalde! ¡Al final se decantó por venir! Traiga que se lo ate, ande.
–Creí que no llegaba a tiempo.
–Si le apetece, ya que en la clase de hoy nos van a emparejar, nos podemos poner juntos.
–¡Perfecto! Así me sentiré un poco más suelto. Por cierto, ¿estoy presentable con el delantal?
–Sí, sí... como un San Luis.
La puerta del aula se cierra y la apasionada voz de la afamada cocinera se alza por encima de las de sus alumnos, que pronto se apagan.
–Buenos días. Mi nombre es Mimi García y hoy os voy a impartir una clase práctica de cocina fácil. Vamos a elaborar un menú totalmente vegano de tres platos: entrante, primero y segundo plato, así como un postre casero. Al acabar pondremos todo en común y lo degustaremos maridado con una selección de cervezas artesanas por cortesía de El Rincón de la Cerveza.
Postre: Turrón de sésamo con helado de membrillo.
Los lavavajillas industriales ya están funcionando y los alumnos charlan animadamente, mientras el aroma del café recién hecho desplaza los exquisitos olores de las viandas cocinadas y consumidas. En uno de los rincones del aula, la hija de Avelino y su amiga degustan un fabuloso Kenia al tiempo que comentan divertidas:
–¡Vaya mano tiene tu padre con la cocina!
–Sí, se le da genial. Han hecho muy buena pareja. Y ha sido muy gracioso cuando el alcalde se ha volcado el vaso medidor encima. ¡Cómo se ha puesto! ¡Menos mal que llevaba el delantal!
–¡Jajajaja! ¡Humm! ¡Sí! Con ese culito que le hace...
Agua, vino, cerveza, refrescos, café, licores espirituosos...