Opinión

Bricomaníacos

Tras las recientes lluvias y con la llegada del frío salen a la luz todo tipo de averías en nuestros hogares: goteras, ventanas o puertas que no cierran, estufas que no funcionan y calentadores que no calientan. Y todo esto se debe a que no nos damos cuenta hasta que, después del largo verano, volvemos a hacer uso de ellas. Para solucionar estos pequeños –pero importantes– problemillas tenemos distintas opciones, a cual de ellas más peligrosa.
La primera opción es ponernos manos a la obra e intentar repararlo nosotros mismos o, en el caso de que lo haya, el “manitas” de la casa, cosa que no siempre acaba dando el resultado que se esperaba, llegando, en algunos casos, a ser peor la solución de lo que ya era el problema. Cuando intentamos arreglar algo por nuestra cuenta puede ser porque sea algo insignificante, como colgar un cuadro, o porque, por cuestiones económicas, no nos merezca la pena llamar a un técnico para que lo arregle, o también porque lo estropeado en cuestión no tenga demasiado valor o porque no podamos permitirnos lo que nos pueda costar la reparación. En el caso de que nos hayamos cansado de intentar arreglarlo y viendo que cuanto más lo intentamos peor queda, no tenemos más remedio que llamar a alguien para que lo arregle, es entonces cuando otra opción no menos temida pasa por nuestra cabeza: llamar a un “arregla-todo”, vulgarmente llamado chapuzas, para que nos resulte más económica la reparación, aunque como en el caso anterior no siempre es ese el resultado final.

Si se trata de un problema de fontanería, electricidad o albañilería, en el que el individuo en cuestión tiene que visitar nuestra casa, lo más normal es que el chapuzas, en primera instancia, no ponga problema alguno incluso quite importancia al asunto y que, cuando se ponga a la faena, nos diga algo así como “esto va a ser más complicado de lo que pensaba”, consiguiendo así que lo que te cobre por la ñapa esté más que justificado. Normalmente el ñapas se distingue del profesional en que ni hace presupuesto ni factura, por lo que si al poco tiempo vuelve el problema, puede ser que no tengamos nada con que reclamar. Si después de esto hemos decidido optar finalmente por un profesional para que haga lo propio, cuando inspeccione la avería nos dirá algo parecido a “¿quién ha hecho esta chapuza?”, habiendo sido el culpable nosotros mismos o un chapuzas del gremio, consiguiendo de esta forma que nos sintamos más tranquilos creyendo que hemos dado con un profesional de verdad que nos arreglará sin ningún problema el estropicio que se ha montado, estando incluso dispuestos a pagar lo que sea necesario por acabar de una vez por todas con este desagradable capítulo.

En cuestión de aparatos domésticos los técnicos han encontrado la frase que arregla todo aquello que no se puede arreglar: “va a resultar más caro arreglarlo que comprar uno nuevo”, o la también socorrida frase de “por un poco más te compras uno nuevo”, y con esto se quitan el marrón de encima y te colocan un aparato nuevo. Si no se dan ninguno de los casos anteriores, lo más probable es que haya que reponer alguna de las piezas con lo que, o bien tendremos que esperar a que la traigan, o incluso lo tengan que pedir expresamente.

Si finalmente consigues solucionar los problemas en el hogar de una manera u otra puedes dar gracias, y si no te han dejado la casa patas arriba podríamos hablar de un milagro, y más si se trata de un asunto de albañilería que, aunque el problema esté localizado en el tejado, acabas con la casa llena de pisadas, polvo y pegotes de cemento. Cuando tengamos la necesidad de llamar a alguien para una reparación no debemos pensar sólo en ahorrarnos dinero sino también en ahorrarnos tiempo y disgustos. Si, como dice el dicho, al final lo barato sale caro, elige llamar primeramente al más caro que conozcas, o por lo menos a uno que conozcas, pide presupuesto y si te va bien y no tienes ningún problema apunta bien su número de teléfono y si no es mucho pedir me lo pasas.

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