Escena 1
- Acaba de llamar Javi. Al niño le han diagnosticado celiaquía, Avelino.
- ¡Oh, vaya!
- Pobrecito, mi niño…
- Aurora, hay un montón de gente celíaca y siguen vivos. No creo que sea preocupante. Lo importante es que ya sabemos el porqué de sus vómitos y su dolor de cabeza.
- ¿Modificar toda su dieta no te parece preocupante?
- No, la verdad. Ahora sabemos cómo atajar su problema.
- Nos vamos a tener que informar de todo…
- Creo que conozco a alguien que nos puede introducir en el mundo de lo sin gluten.
Escena 2
- ¿Qué le parece si, ya que no podemos reunirnos por no ser convivientes, hacemos una videollamada el domingo, a la hora del aperitivo?
- ¿Sería usted tan amable, señor alcalde?
- Para mí será un auténtico placer, Avelino.
Escena 3
- ¿Me veis bien?
- La imagen se le queda congelada, Avelino.
- Pero ¿se me escucha?
- Papá, por favor, ve al lado del router.
- Señor alcalde, lo veo boca abajo.
- Papá, eres tú el que está boca abajo. Haz el favor de girar el teléfono.
- ¡Qué complicado es esto! Aurora, ya estamos conectados.
- ¡No me digas! ¡Estoy terminando de arreglarme, cariño!
- Tranquila, Aurora. Tómese usted el tiempo necesario.
- Lo siento, alcalde. Mi madre es muy coqueta y…
- No te preocupes, Javier. Buenos días, Virtu. ¡Cuánto tiempo sin verte!
- ¡Hola! ¡Cómo estás! Me ha sorprendido mucho saber que eras celíaco. Muchas gracias por ayudarnos en esto. Vamos bastante perdidos.
- Es una cosa que no se lleva escrita en la frente, ya sabes.
- ¡Ya estoy! ¡Hola a todos!
- ¡Hola, mamá! ¡Qué raro se me hace verte por aquí!
- Buenos días, Aurora. Está usted radiante.
- Gracias, señor alcalde.
- No hay de qué. Si les parece, empezaré por tranquilizarles: Virtu, Javi, ser celíaco no tiene nada que ver con estar enfermo ni nada de eso. Los sin gluten somos totalmente normales. Esto de la normalidad, como saben, es bastante relativo: lo normal es ser distinto, cada uno con sus características y sus circunstancias. Sólo hay que adaptar la dieta del niño.
Para demostrarles que podemos llevar una vida corriente, si me permiten, mientras que hablamos, voy a ir cocinando. Hoy comeré una gachamiga de 100 gramos. - ¿Gachamiga? ¿No hay que evitar el trigo por encima de todo?
- Sí, Avelino, pero no sólo de pan vive el hombre, Avelino. La única precaución que debemos tener es cambiar el tipo de harina. En este caso, voy a usar harina de arroz…
- ¿Y difiere mucho el resultado?
- Se nota más que mi cocina es de gas (y no de leña) que el tipo de harina, créame, Aurora.
- El otro día, estuve comprando pan sin gluten y es una pasada de caro…
- Es una cosa inexplicable, sí. Me enfrento a diario a precios cuatro veces superiores a los normales, simplemente por llevar la etiqueta de “sin gluten”. Así, por ejemplo, he aprendido a comprar los cereales de desayuno, los corn flakes, de la estantería infantil, siempre llevando cuidado de que, entre los ingredientes, no haya trigo, avena, cebada ni centeno.
Siempre conviene mirar los ingredientes porque, en muchas ocasiones, se da lo de la “contaminación cruzada”, que es otro rollo macabeo. ¿Echamos ya la harina? - Estoy expectante por ver el resultado, señor alcalde.
- Intentaré no defraudar…
- ¿Qué es la contaminación cruzada?
- Es algo que debéis evitar: el contacto de los alimentos que vaya a ingerir vuestro hijo con productos que contengan gluten. Esto implica no cortar con el mismo cuchillo, no freír en el mismo aceite, no hornear junto a alimentos que lo contengan.
- Me parece superdifícil todo.
- ¡No lo creas, Virtu! Lo difícil es encontrar un buen pan. Realmente, este es el gran problema de los celíacos: el pan.
- ¡Y su precio!
- Desde luego. Imaginaos que, en una sociedad en la que se pueden comprar tres barras de pan por un euro, independientemente de la calidad del producto, yo pago más de 2,50 euros por una barra de pan que, desgraciadamente, nunca parece pan. Como pueden ver, la gachamiga ya está atando.
- Es lo que tiene el gas natural.
- Lo que les puedo decir es que, aparte de saber que van a pagar el triple del valor normal cuando compren bases de pizza, macarrones y bollería, que cuando el niño vaya a un cumpleaños su bocadillo, por ser sin gluten, será la mitad de grande que el de sus amigos (porque se cree que los intolerantes al gluten comemos menos) y, por supuesto, aceptar que, cuando vayan a comer fuera, la mayoría de los restaurantes no estarán adaptados, ni en el menú ni en cocina, el resto es una cuestión de normalidad: los que crean que su hijo es un apestado serán los mismos que se sorprenden al ver a un negro sin cadenas ni taparrabos.
- Nos deja mucho más tranquilos, señor alcalde.
- Deben estarlo, Avelino. Como ven, la magia se ha hecho y la gachamiga ha quedado perfecta.
- Sí tiene buena pinta, sí.
- Disculpen, llaman a la puerta.
- Vaya, vaya, señor alcalde. Muchísimas gracias por todo.
- No hay de qué. Si necesitan cualquier tipo de información, ya saben dónde encontrarme. ¡Ánimo, que esto no es nada!
Escena 4
- Señora Díaz Ayuso, ¿qué le trae por mi casa?
- Nada, que estaba yo en uno de mis flipadas existenciales, como cada dí… domingo por la mañana y me ha dado un aroma a gachamiga, que he tenido que bajar para probarla.
- ¡Señora, que este capítulo va de normalidad!
- Anda, alcalde, no me seas venezolano y parte pan.
- Le advierto que es sin gluten.
- ¿Eso es que no lleva carne?
- ¡Madre mía, qué surrealismo! Espero que el temazo final merezca la pena.
- ¡Qué buena te ha salido la gachamiga! Si llego a comer esto cuando me hice las fotos virginales, mi cara reflejaría el éxtasis...
- … sí, sí... crema.