Escena 1
- No sabe la tristeza que me causa. Me parte el alma.
- Nos han atado pies y manos.
- Yo me crié en esa zona. Viví allí, feliz. Vi crecer las vides. Recogí los racimos de las cepas con mis propias manos. Fue un orgullo que, de sus frutos, se pisaran vinos a la altura de los mejores riojas, riberas y cariñenas. Aprendí a amar la tierra, la cuidé. Desperté con el trino de sus aves. Disfruté de sus pinos, sus aliagas, sus cerezos, sus cañas. Descubrí la vida abriéndose paso entre los terrones de dura tierra… Todo eso va a desaparecer. El progreso va a destruir definitivamente ese paisaje de atardeceres idílicos y románticas lunas llenas con Aurora. Veremos morir un paraíso… Y todo eso, solo por dinero.
- …
- Ahora, cuando las comidas familiares acaben y salgamos a tomar el cálido aire que sopla generoso y cálido de leveche, ya no podremos rendirnos ante la belleza de su entorno agreste. Ya no habrá vida. Al menos, no la misma vida. El humano, una vez más, transformará a su antojo la maravillosa naturaleza que ha heredado para satisfacer su insaciable necesidad de progresar. Y todo eso, solo por dinero.
- Yo…
- Y dirán que es energía limpia. Intentarán convencernos de que es necesario el esfuerzo para dejar de esquilmar la tierra. Dirán que es un daño menor. Un daño menor, señor alcalde… Luego, cuando las migajas que nos ofrezcan o el tiempo hayan acallado las voces en contra, habremos perdido de nuevo. Y dentro de un tiempo volverán las elecciones y volveremos a darles nuestra confianza, en lugar de cuestionar el por qué de su desmesurada codicia. Habremos caído en su trampa… Y todo eso, solo por dinero.
- Lo siento.
- Lo van a convertir en un desierto, señor alcalde. La vida no volverá a abrirse paso como conocemos por culpa de las decisiones de alguien que, ni tan siquiera, ha respirado la fragancia que trae el maestral en primavera. Alguien que toma decisiones sobre una tierra que nunca ha trabajado. Alguien que, desde los ventanales de su despacho, no puede imaginar que exista un Edén a punto de ser arrasado y colonizado por miles de placas orientadas de tal manera que solo rindan beneficio a sus ambiciones. Y a nosotros nos toca ser espectadores de su canallada, sin saber qué hacer para detener la infamia.
- No creo que podamos hacer nada, Avelino. Mazón ha decidido retomar la política especulativa y apoyar la nueva burbuja formada por nuestro sistema decadente. Son expertos en eso, como sucedió hace unos años con la burbuja inmobiliaria.
- Es horrible.
- Sí. Se han asegurado de atar todos y cada uno de los cabos para que no tengamos opción. Nos han saltado por encima en nombre de un progreso que, espero equivocarme, nos hundirá en una crisis ecológica sin precedentes en la zona. Han aumentado un 7% la superficie que pueden ocupar, han blindado el planteamiento urbanístico para que no podamos recurrir nada, han eliminado factores como el paisajístico o la cercanía de áreas residenciales… Poco les importan las cigüeñelas, los alcaravanes, los milanos negros y los sapos de espuelas. Solo les vale el dinero.
- La palabra «especulación» no debería existir.
- No, Avelino, no debería. Nos han condenado a ser una zona desértica más. La despensa solar de su infamia. Que tanto Roque Acevedo como Mari Carmen Martínez Clemor guarden silencio sobre el asunto, les hace responsables y cómplices del ecocidio al que Carlos Mazón ha accedido. El PP valenciano nos ha condenado, como en los 90 condenó a la costa sur de la provincia a ser una sucesión de urbanizaciones fantasma, que abarcan los 45 kilómetros que llevan desde Guardamar del Segura hasta Pilar de la Horadada. Seguramente, nuestro President duerma plácidamente cada noche, porque para que la conciencia altere el sueño, hay que tenerla.
¡Stop a las fotovoltaicas!