Estación de Cercanías

Como hormiga sin invierno

Así me veo en estos tiempos que nos ha regalado la crisis, o peor, pues si bien es cierto que comparto con la hermana hormiga la sensación de pequeño ser que vive en reunión con un montón de congéneres, que se mueven asimétricamente con la misma prisa que marcan los mismo horarios para acudir a trabajar, con idénticas cargas al arrastre, en muchas ocasiones de un volumen que nos supera, no puedo más que envidiarla, pues afortunadamente para este pequeño animal la recompensa final a esta rutina que marca su arduo trabajo en época estival, le aguarda a poco que la primera hoja desprendida toque suelo, momento en el cual se recluye en su bien colmada morada invernal a esperar que el sol de nuevo sea fuente de calor.
Para muchos de ustedes, que como yo formamos parte de este hormiguero de trabajadores incansables, portadores y sustento de la economía del Estado, que somos los pequeños empresarios y autónomos, el verano no pronostica un invierno en calma, el trabajo no garantiza el éxito del negocio ni el esfuerzo diario y la lucha contra los agentes externos es sinónimo de meta al final del camino, al menos para nosotros. Sé que la coyuntura actual no está para aspiraciones más allá de poder llevar un sueldo a casa, y afortunados debemos de sentirnos a este respecto, pero también sé que en otras épocas, llamadas de bonanza, o de confianza consumista o de vergel del ladrillo, que llenó comercios y restaurantes y que garantizó ventas con 24 meses de adelanto en inmobiliarias y constructoras, nuestras aspiraciones no iban mucho más allá.

Pues los grandes predadores, los saltamontes de nuestro particular hormiguero, esos grandes bancos y cajas de ahorro que nos pisan de cerca los talones, que vigilan nuestros pasos y son imprescindibles para nuestra evolución, poco o nada han cedido respecto al desahogo de nuestra labor, de manera que nuestro trabajo sigue irremediablemente vinculado a sus imposiciones, a sus decisiones y al análisis de nuestras empresas, ellos son el alfa y el omega a la hora de evaluarnos para decidir si somos o no rentables y contamos con la debida solvencia frente a sus cuentas.

Hoy dicen que colabora el ICO y ellos disfrazando como “ayuda” a la financiación de una deuda la refinanciación de la misma a largo plazo, astuta jugada que asegura al banco el 50% de del cobro y de paso la liberación de nuestro riesgo, y le llaman liquidez, inaudito. Pero no están solos en esa lucha. A la par, en la misma dirección pero por distinto sendero, nos encontramos con las grandes empresas y sus formas de pago, más cercanas a la tiranía del poderoso que al justo intercambio de trabajo/remuneración que deberíamos de poder exigir si una buena legislación al respecto nos hiciese de paraguas frente a ellos, impidiendo que trabajos hechos hoy sean cobrados en septiembre, y obligándoles a pagar a lo sumo en 20 días, como otros países ya establecen.

De la administración pública ni hablamos. Ellos van por una autopista unidireccional, donde los que se atreven a entrar establecen unos precios fuera de mercado a sabiendas de que son bancos para ellos. Y ahí estamos el resto, soportando estoicamente el temporal, arrastrando el bolo alimenticio despacio, tropezando, volviendo a levantar, avanzando lentamente, cuando no retrocediendo, perdiendo el sendero, retomando de nuevo, y todo para que otros, los que nos miran desde arriba, lo saltamontes poderosos que nos ven como insignificantes hormiguitas, puedan pasar los inviernos protegidos por su licencia para machacar el débil, olvidando que ese pequeño ser es quien surte sus despensas y quien puede dejarles en ayunas.

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