De recuerdos y lunas

Como una ostra

Me aburro —dijo en clase. El que se aburre soy yo —esto es lo que le tenía que haber dicho al zagal que dijo "me aburro" cuando le reproché que no hacía nada, que ni siquiera había sacado el libro. Sí. Me aburro —me dijo. Ni siquiera dijo, jugando a hacer símiles, "me aburro como una ostra" y... Eso es lo que le tenía que haber dicho yo: —Que el que se aburre soy yo. Y que me aburro como una ostra. Que me aburro porque uno entra a clase con la lección preparada y... en ocasiones hasta ya dicha hace un instante en otra aula, y espera que lo diverso del ser humano rompa la rutina y una pregunta, una duda –hijas nobles del afán por saber– hagan discurrir la clase con novedades sobre la lección preparada.

Las autoras Rosa de Diego y Lydia Vázquez, en su libro "Taedium feminae" (Desclée de Brouwer, 1998), recuerdan a Paul Bourget y su "Physiologie de l'amour moderne". Según De Diego y Vázquez, Bourget "afirma que el hombre moderno es un animal que se aburre, y que para evitar el aburrimiento hay que sufrir muchos aburrimientos. [...] que el aburrimiento es una torpeza de la sensibilidad cansada y que reaparece sin cesar en el transcurso de una vida consagrada a la persecución de la sensación y del sentimiento."

Pero me pregunto, cuánto han vivido los adolescentes que tenemos como alumnos para decir que sufren por aburrimiento la lección. ¿Acaso ya han agotado la vida persiguiendo la sensación y el sentimiento? No lo creo. No lo puedo creer porque yo los veo cómo aún estallan, a veces, ante la sorpresa. Es una cuestión de apetito. Pero es verdad que en ocasiones tengo la sensación de que están muertos. Hace unas semanas, ricersa@hotmai..., que tanto se acerca por estas páginas para vapulearnos o querernos, nos recomendaba un estudio sobre la enseñanza "colgado" en la red. El trabajo, titulado "La crisis de la escuela, ¿es una crisis de sociedad o una crisis de (la) vida?" es una conferencia de Robert Redeker, pronunciada en Barcelona el dieciocho de octubre de 2007. El texto, como nos anotaba ricersa@hotmai..., se puede descargar en la web de Ciutadans de Catalunya.

Aparte del interés por el autor, el texto nos pareció –se lo decíamos al forista– rico en citas hermosas y en argumentos, y que nos traía la experiencia de muchos años en la enseñanza viendo muertos a algunos alumnos. O a demasiados alumnos. Muertos por inapetentes. Porque un alumno que no tiene apetito por saber, ciertamente, está más muerto que vivo. El texto, bellísimo y pertinente entre otras reflexiones contra pedagogías idiotas al meditar sobre el sentido de la Educación, refleja con claridad que la actitud ante la escuela depende de la actitud ante la vida y, por tanto, la crisis de la Enseñanza es una crisis de vida. La cita de Charles Péguy con la que arranca el documento nos advierte de principio sobre la raíz del problema y su trascendencia: "Las crisis de la enseñanza no son crisis de la enseñanza; son crisis de vida; denuncian, representan crisis de la propia vida; [...]". De la vida humana. De la humanidad de su vida —precisará Redeker.

CODA para Isabel M. Forte. Estimada compañera en EPdV: Si supieras, Isabel, que este artículo se titulaba "Me aburro" y que lo iba a publicar la misma semana que tu publicaste aquel "Me aburro" que suscribo... Imagínate dos artículos en esta casa, la misma semana, con el mismo título. Caprichosas coincidencias. La cita de Cánovas del Castillo pospuso mi artículo y la casualidad.

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