Opinión

Con ocho basta (I)

A decir verdad, no sé si fue debido al tiempo (casi un año) o a la distancia (esos siete kilómetros aproximados que separan Villena de Cañada), pero, poco a poco, mi corazón se fue olvidando de aquel amor invisible con acento valenciano y volvió a ser libre. Fue entonces cuando abandoné la cambra de mi casa y decidí reincorporarme nuevamente a la Vida.
Aquel periodo de adaptación no fue fácil. Tal vez la soledad y la humedad de la cambra fueran las causantes de todos aquellos trastornos que padecía. De hecho, durante toda esa época, cada vez que me sentaba enfrente del televisor entraba en una especie de trance o estado de shock que me impedía diferenciar la película que estaba viendo de los cortes publicitarios. De este modo, cuando estaba viendo una película del oeste, por ejemplo, empezaba a preguntarme qué hacía de pronto allí, en medio de un tiroteo o del asalto a una diligencia, una mujer con un paquete de detergente en la mano comparando la blancura de su ropa con la de su vecina, compartiendo protagonismo con John Wayne o Gary Cooper. De este modo, cada vez que terminaba la película, después del The End, permanecía sentado delante de la pantalla para poder leer con detenimiento los títulos de crédito, con el fin de saber el nombre de la actriz que encarnaba el papel de la mujer del detergente. Y es que he de reconocer que el cine y la televisión fueron por aquel entonces mis dos únicas tablas de salvación. Sobre todo ésta última. Todavía recuerdo aquel primer televisor en blanco y negro (popularmente llamado “morcilla con longaniza”) que tardaba más de diez minutos en encenderse. Y la existencia de aquellos dos únicos canales con nombre de virus: el UHF y el VHF.

Pero sobre todo recuerdo aquellas legendarias series televisivas de los años 70 y 80. De todas ellas, mi preferida era “El coche fantástico”: aquella serie en la que David Hasselhoff interpretaba el papel de Michael Knight, un defensor de los pobres y desamparados que conducía un coche inteligente llamado KITT. En el episodio piloto, Michael Long era un policía infiltrado que está investigando un caso de espionaje industrial. Durante su investigación es traicionado y recibe un disparo en la cabeza que le destroza la cara. Tras el incidente es sometido a una operación de cirugía plástica mediante la cual cambia de rostro y adquiere una nueva identidad. Michael Long es dado por muerto y pasa a ser conocido como Michael Knight. A partir de entonces, la misión de Michael será la de defender a los indefensos y luchar por la justicia con la ayuda de su coche KITT: un Pontiac Firebird Trans-AM modificado que tenía un blindaje molecular del que sólo tres personas sabían la fórmula y que lo hacían completamente indestructible. Además de ser indestructible, KITT tenía la habilidad de conducir solo, de hablar y de comunicarse con Michael a través de un reloj y de poder obtener velocidades cercanas a los 480 km/h. También disponía del Turbo Propulsor que le permitía saltar toda clase de obstáculos, del Ski Mode que le permitía plantarse y ser conducido sobre dos ruedas, de un sistema de alta velocidad llamado Super Persecución y del Eyector del asiento que le permitía lanzar a la persona que iba con él a una alta distancia por encima del capó. La frase que los fans nunca podremos olvidar es la que siempre se escuchaba en la introducción de la serie: “El coche fantástico es una trepidante aventura, de un hombre que no existe, en un mundo lleno de peligros. Michael Knight, un joven solitario embarcado en una cruzada para salvar la causa de los inocentes, los indefensos, los débiles, dentro de un mundo de criminales que operan al margen de la ley..

Las casualidades del destino hicieron que al final mi vida se acabara pareciendo enormemente a la de Michael Night. Michael y yo éramos dos almas gemelas. A los dos nos habían desfigurado el rostro con un arma de fuego –en mi caso había sido con un arcabuz–, y ambos llevamos a cabo la misión de defender a las personas más pobres e indefensas. Durante las Fiestas de aquel año, me compré un jersey peruano y me propuse ayudar de manera desinteresada a los montadores de tribunas, a los vendedores de coco, a los cobradores de sillas, a los timbaleros y a los faroleros. Por ello, me pasaba el día colocando tablas, apretando hierros, partiendo coco, remojando chufas, sacando cambio de la riñonera, arrastrando timbales… Incluso participé en el desfile de la Retreta llevando el farol de las catorce comparsas… Aquellas Fiestas, además, también me hice con los servicios de un Renault 4L (popularmente llamado “cuatro latas”), pese a no tener la edad ni el permiso para conducir (popularmente llamado “Farruquito”), y me propuse, en coordinación con la policía de Biar, la arriesgada misión de descubrir, perseguir y dar caza al hombre que había quemado la Mahoma…

Pero aparte de “El coche fantástico”, hubieron otras muchas series de aquella época que marcaron profundamente mi vida. Como por ejemplo: “Con ocho basta”. Serie que narraba, mediante una mezcla de drama y comedia, las aventuras y desventuras de un padre de familia numerosa y muy festera, que se ve acuciado por el pago de las cuotas, los trajes y las derramas de todos sus hijos. El pobre hombre se vuelve loco de tanto trabajar. Ya que, además de echar más horas que un reloj en una fábrica de zapatos de lunes a viernes, los fines de semana trabaja de camarero en la Dafnis haciendo bodas, bautizos y comuniones. Un sábado por la noche, durante la celebración de un convite, y debido al agotamiento, se queda durmiendo de pie con una bandeja llena de copas de champán en la mano, y se cae encima de la tarta nupcial. Tras aquel suceso, decide borrarse de la comparsa y emprender una terrible lucha contra todo lo establecido, para conseguir que el número de comparsas participantes en los desfiles quede reducido a ocho: cuatro por bando...

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