Cartas al Director

Con una flecha en el trasero

Cabalgar por el Oeste es jodido. El polvo, la sed, el sol, la serpiente de cascabel que espanta mi caballo, el cactus en el que caigo, el labio reseco y partido, la lengua gorda, el sudor que se mete en el ojo, el pañuelo sudado, el rodal de los sobacos, las moscas porculeras y ese árbol con su sombra que no aparece. Cabalgar en el Far West es jodido, pero si estás herido y llevas una flecha el trasero, todavía más. Hablo como un miembro de Los Americanos.
Y es que somos arqueología festera. Como delicado microlito Mesolítico o retocada punta de sílex neolítica, pensábamos que íbamos a ser tratados como pieza de museo, y así lo han entendido los ciudadanos que ansiosos preguntaban ya el día 5 “¿dónde están los americanos?”, sin saber que sólo éramos boato de los Ballesteros para la noche del día 6 en su 50 aniversario, reduciéndose nuestra participación a La Cabalgata.

Sabíamos quiénes éramos y nunca pretendimos competir con las escuadras especiales tan suntuosas y espléndidas, tanto en su confección como en su puesta en escena. No. Nosotros quisimos ser auténticos y fieles a la historia tanto en atuendos (la mayoría son originales) como en la forma del desfile. Americanos como los antiguos, en un principio con sus camisas a cuadros, banderas y dibujos, y después ya en la última época compitiendo entre sí a ver quien llevaba el bordado más chulo y la camisa más llamativa. Y así lo hicimos.

Pero tanta felicidad no se podía aguantar. Extasiados habíamos subido al séptimo cielo y alguien nos tenía que hacer bajar de allí. Y fue la Junta Central de Fiestas (JCF). De tanto mirar y mirar para guardar la pureza de la fiesta, con normas y sanciones, quedó ciega con la historia. No ha sabido leer el mensaje que entendió magníficamente el pueblo. Olvidó en el estudio de la Historia festera la Prehistoria y no se estudió que del 1927 al 1959 tuvimos una comparsa activa y jovial.

¿Veis a lo lejos la polvareda que se levanta y hacia aquí acude? Es la estampida que provocó en mí el Acta de La Junta Central de Fiestas. ¿Y por qué armo este revuelo? Porque se olvidaron de citar a los Americanos en el acta final. No queríamos premios, que no nos corresponden, no. Queríamos que se nos citara simplemente “…agradecidos a los descendientes de la comparsa de Americanos por su participación en La Cabalgata…”, porque esta simple oración permitiría en años posteriores ser una referencia y recordados y por haber salido después de 57 años en el desfile de 2016, y que Dios sabe cuándo volverán a desfilar de nuevo.

La JCF no ha visto nada más allá de sus propias narices, lo que a la prensa no les ha pasado desapercibido. Así es que en la crónica del Información del día 7 titulan: “Los americanos vuelven a desfilar”, y de cinco fotos 2 son de los americanos con el pie de texto “Escenas de la cabalgata en la que los americanos volvieron a desfilar” y ¾ partes del texto de la página hace referencia a los americanos, y el cuarto sobrante para el resto de comparsas. Demasiado protagonismo para una compasa tan pequeña. Puede que esta aparición haya ensombrecido otras que por mérito y virtuosismo merecen más atención de los medios.

La omisión en el Acta del las Fiestas me ha producido una herida en este glúteo y siento que de nuestra actuación no quedará constancia y en las praderas de la memoria se perderá esta aparición de quienes sacaron las reliquias de los trajes de sus padres y abuelos.

Sin embargo, la piel del que duerme al raso, a la luz de una fogata, o mordisquea un poco de cecina mientras alguien hace sonar una triste melodía con vieja armónica, es dura y bien curtida. Esta flecha me la sacará el barbero del rancho y con un buen zurcido remendará mi trasero horadado. Así pues, a la JCF aconsejo rectifique y con una cláusula posterior en un anexo corrija y repare este ojete que por error esa flecha perdida me infringió.

La historia hay que vivirla y escribirla. Estos americanos acapararon el protagonismo. Han sido noticia curiosa y sana. Han contribuido a sacar emociones a quien no los conocía, pero sobre todo han revivido recuerdos olvidados en personas que ahora viven más del pasado que de un presente que no entienden, que no recuerdan lo que hicieron hace una hora, pero saben los nombres de los americanos de hace 60 años y sus peripecias, cuando ellos eran los protagonistas con su juventud. Han visto a aquellos vaqueros y son felices porque los americanos estas fiestas han vuelto a Villena.

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