De recuerdos y lunas

Concordancias

No me preocupa que se me tilde de machista. No voy a gastar un segundo en demostrar que no lo soy porque no lo soy. Advierto lo anterior porque volvemos sobre un asunto que atisbamos cuando escribimos "Miembro-Miembra". Entonces denunciábamos que la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega en una comisión parlamentaria se pasó toda una tarde diferenciando entre Sras. Diputadas y Sres. Diputados para seguidamente olvidarse de concordar los géneros en los adjetivos usados. Esto es, que decía Sras. Diputadas y Sres. Diputados para continuar adjetivando sólo en masculino. Aquello que empezábamos a ver con cierta simpatía por prestarse chocarrero, ahora es plaga. Hace un tiempo, el precipitado concejal Sergio Palao, entonces Presidente de las Juventudes Socialistas en Villena, luego portavoz contra su portavoz, decía que "los jóvenes y las jóvenes estamos hartos", olvidándose de decir también hartas.

Yo así no juego. Si nos comprometemos contra lo que se dice sexismo del lenguaje tendremos que apechugar con lo farragoso de las concordancias y evitar el ridículo de empezar chanchi pero de inmediato continuar con lo que se denuncia, quien lo denuncia, casposo. Pero quien dice Palao o Vicepresidenta, dice mi vecina constructora, mi amiga albañil, mi médica o la policía local. Porque son legión los que han incorporado a su lenguaje la aparente modernidad de decir españoles y españolas, todos y todas, villeneros y villeneras, oriolanos y oriolanas, jóvenes y "jóvenas", miembros y "miembras"... pero luego eluden la concordancia quedando las frases huérfanas de uno de los géneros aludidos, normalmente el femenino. Entonces es verdaderamente ridículo.

Hay otra cosa que también se extiende y es el de, en el llamamiento, priorizar el femenino y seguir con el masculino. No sé si por aquello cortés –o machista– de las mujeres primero. Así, por ejemplo, es común escuchar "Todas y todos estarán reunidos en la sala" cuando según esta moda de lo políticamente correcto sería decir "Todas y todos estarán reunidas y reunidos en la sala". Otro error que observo es el olvido de artículos como cuando se dice "las españolas y españoles..." debiendo decir con precisión "las españolas y los españoles"... Así un sin parar. En fin, que renunciar a las normas de género que determina la RAE, esa que dice que el masculino gramatical designa a todos los individuos de la especie, es un galimatías para los discursos. Pueda ser, visto desde las sensibilidades más de ahora, machista; pero es eficiente. No renuncio –ya lo dije– a procurar sustantivos colectivos como "alumnado", "profesorado", "ciudadanía" siempre que sean posibles; pero ya vendrán quienes amazonas reprocharán que tanto "alumnado" como "profesorado" gastan artículo masculino.

Úsese lo que plazca pero habrá que apechugar con las consecuencias. Si jugamos a decir siempre en masculino y en femenino, nuestros escritos, nuestros discursos, tendrán que recargarse de artículos, determinantes y adjetivos que concuerden. Y así, por ejemplo, no hubiera sido posible la belleza en el Quijote. Ni en los versos de Darío o de Hernández. Ni en las canciones de Serrat. Ni...

Y altamente ridículo resulta el uso del símbolo arroba interpretándolo gráficamente como una "o" masculina que arropa –no sé si también este abrigo será visto como machismo– a una "a" femenina. Como si no hubiera, palabras masculinas o femeninas con otras terminaciones. La RAE lo denuncia con contundencia: "la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso [...] es inadmisible desde el punto de vista normativo [...]". Y añade la RAE la dificultad de aplicar la fórmula en los casos de contracción. Por ejemplo en "Día del niñ@" debería ser "Día del/de la niñ@". Vamos, un lío que lía.

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