El Ordenanza

Crash!

El Ordenanza. Capítulo 232

Escena 1

  • Vamos a llegar a comer «a mesa puesta». ¿Cómo es posible que, en una ciudad tan pequeña se monten estos pifostios con el tráfico?
  • Que la avenida principal esté en obras no ayuda mucho, cariño.
  • Ya… y luego el tema de encontrar aparcamiento.
  • Tranquilo. No seas pesimista. Seguro que llegamos bien y tenemos hueco en la puerta.
  • Con que encontremos en el mismo barrio…
  • ¡No proyectes negativismo, amor! Si crees que vamos a encontrar plaza en la misma calle, lo vamos a conseguir.
  • ¿Realmente piensas que el Universo funciona así, Sira?
  • No perdemos nada siendo positivos, ¿no?
  • Seguramente tengas razón, cielo. Cada vez me pone más nervioso conducir. Flipo con la poca cortesía de los conductores. Igual es que, como se compran unos coches que parecen naves espaciales (a huevo y medio el kilo), se creen que están por encima del bien y del mal.
  • ¡Coches a precio de viviendas! ¡Es de locos!
  • ¡Y lo peor es que los venden y la gente se hipoteca hasta el cielo de la boca! No creo que hayamos aprendido nada de ninguna de las crisis económicas que nos han afectado. Aún así… me da un complejo ir con el 206…
  • ¡Pues a mí me encanta el 206!
  • Está cascadillo. Es como una cápsula del tiempo.
  • Pues… donde esté un buen radio-cassette que se quiten los mp3.
  • ¡Di que sí! Las cintas suenan mil veces mejor.
  • Cuidado, cariño. El coche de delante ha parado.
  • Vaya. Baja la acompañante, pero no arranca.
  • Habrá ido a la panadería. Tranquilo, que llegaremos tarde o temprano.
  • Lo que no sé es por qué ha parado en mitad de la calle. Se podía haber echado a un lado y dejar que el tráfico siga fluyendo.
  • Pues sí, pero la cortesía brilla por su ausencia.
  • ¡Ahora sí que llegamos a las mil!
  • ¿Se puede saber qué coño te pasa?
  • ¿Me dices a mí?
  • Sí, pedazo de imbécil.
  • ¿Imbécil? Sira, me ha llamao imbécil… Me pasa que llevamos prisa y tú has parado el coche en mitad de la calle.
  •  ¡Me cago en tu p…!
  • ¡Sira, que baja! ¡Que el energúmeno este viene a discutir!
  • Tranquilo, cariño. Sobre todo, tranquilízate.
  • ¡Pero vamos a ver! ¿Qué problema tienes en que espere a que mi novia salga de la tienda?
  • Ninguno, siempre y cuando no bloquees el tránsito, hombre.
  • ¿Vas de listillo?
  • ¿En serio? ¡Tío, has parado en mitad de la calle! Podrías haberte ladeado un poco, para permitir que pasásemos.
  • ¿Quién te crees que eres? ¿El puto alcalde?
  • Pues mira, sí, lo soy.
  • ¡Baja del coche si tienes huevos, gilipollas!
  • ¿Para qué?
  • ¡Para partirte el alma!
  • ¡Wow! ¡Qué presuntuoso!
  • ¿Presuntuqué?
  • ¡Jonathan vamos! ¡Que llegamos tarde a comer!
  • ¡Voy, gorda! ¡De esa te libras, pedazo de mierda!
  • ¡No sabes lo que me alivia oír eso!
  • ¡Vaya tela!
  • Sí, mi vida: cada vez me da más asco conducir.

Escena 2

  • ¡Hola!
  • ¡Hola, bonita!
  • ¡Mamá! ¡Este señor me ha oído!
  • ¡Me alegro, cariño! Disculpe. A Carmencita le gusta mucho saludar. Saluda a todo el mundo pero, como nadie le responde, le digo que es que no la oyen porque todos están muy atareados.
  • Es una lástima que nadie tenga oídos para nadie. Parece que, en el día a día, solo podamos perder nuestro valioso tiempo viendo tonterías en el teléfono móvil.
  • Tiene usted toda la razón.
  • ¿Así que te llamas Carmen?
  • Sí. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?
  • Avelino. No es un nombre tan bonito como el tuyo pero…
  • Pues a mí me gusta.
  • Me alegro mucho.
  • Yo me alegro de que me hayas oído.
  • Siempre que me veas, salúdame. Y si alguna vez no te oigo, vienes y me tocas, que a veces ando despistado y puede que no me dé cuenta.
  • Tú haz lo mismo, ¿vale? Si no te oigo porque estoy despistada, avísame.
  • Estoy encantado de haberte conocido, Carmen.
  • Muchísimas gracias, Avelino. Debería haber más personas como usted.
  • Las hay, pero no lo saben. Tiene usted una hija maravillosa. No debe permitir que ensordezca.

Escena 3

  • ¿Lo ves, cariño? Llevamos veinte minutos dando vueltas y no hay ni rastro de aparcamiento.
  • Solo tenemos que ser pacientes, amorchu. Verás que encontramos ya.
  • ¡Mira! ¡Ahí se va uno, Sira!
  • ¿Lo ves?
  • ¡Niananananaaaaaaannnn! Intermitente a la derecha y…

¡BRRRRRRUUUUMMMMM! ¡BRRRRRUUUUUUUUMMMMM!

  • ¡Eh! ¿Qué haces?
  • ¿No lo ves? Aparcar.
  • ¿Cómo que aparcar? ¿Es que no has visto el intermitente?
  • Claro, pero yo he sido más rápido.
  • ¡Oh! ¡Muy bien! ¿Quieres que te aplauda?
  • Cariño, por favor. Encontraremos otro hueco.
  • Sí, mi vida, pero este desaprensivo va en moto. Podría aparcar en cualquier huequito pero prefiere ir tocando los huevos a la gente.
  • Sí, yo te toco los huevos, pero tú te quedas sin aparcamiento, pardillo.
  • ¡Oh! ¿Estás contento por ello? ¿Orgulloso quizá?
  • Muy satisfecho, la verdad.
  • ¿Y cómo crees que me estoy tomando que me quieras hacer la pirula?
  • Me la suda.
  • Vale. Pues te informo de que has intentado joder al tipo equivocado.
  • ¿Qué vas a hacer, amor?
  • Tranqui, cariño. Solo voy a meter marcha atrás y acelerar.
  • ¿Quéeeeeeeeee?
  • ¡Ehhhhhhhhhhhhhh!
  • ¡BANZAIIIIIIIIIIIIIIIIIII!

¡¡¡CRRRRRRRAAAAAAAASSSSHHHH!!!

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